Educación ¿Padres e hijos?
Continúo con mis psicosophias, esas “sabidurías del alma”, que comencé allá por el mes de octubre del años 2009, y que me están llenando de paz. Hoy voy a pensar en la educación, en los padres y en los hijos. Siempre ha existido y hoy existe en la sociedad una gran preocupación por el tema de la educación de los hijos. Vivimos en desamparo, y sólo la educación puede cambiar las cosas.
Los gobiernos en general, y las familias en particular siempre han sentido la necesidad de procurar y de proveer a los niños y a los jóvenes la mejor educación en aras a una sociedad mejor.
Es un tema importante, delicado y complejo. Los sucesivos gobiernos no tienen nada claro cómo resolverlo. Las familias tienen esta imperiosa tarea en cada hogar. Es un tema sobre el que todo el mundo opina y todos creen tener razón. Parece que el mismo concepto de educación no es unívoco. Cada persona tenemos el nuestro. Los objetivos a conseguir no aparecen con claridad, y si descendemos al nivel de la puesta en práctica, comprobamos multitud de métodos de programas y de escuelas.
Cada nación, cada ciudad, cada pueblo, incluso cada familia, proponen sus propios programas, diferentes de acuerdo a las necesidades que creen tener. Y esto sin tomar nota de las manipulaciones a nivel de la política.
Quizá estemos más cerca de la verdad con este pluralismo. Quizá no existe un camino que sea el bueno. ¿Qué puedo decirles yo? ¿Quién soy yo para enseñar a otros? ¿Qué puedo enseñar, qué pueden otros aprender de mí? Tenemos que comenzar por ser humildes y no creernos en posesión de la verdad.
Dejaré vagar mi espíritu, mi mente, hasta ver donde nos lleva. En otro momento, tal vez, este mismo espíritu andaría por caminos diferentes. Estos pensamientos no sé si llevarán la paz a algún alma; espero que, al menos, proporcionen paz a la mía. Me ayudaré un poco en el pensador Miguel de Montaigne, y otro poco del filósofo español José Ortega y Gasset, para ver si entre todos podemos ofrecerles algún rayo de esperanza.
Voy a poner sobre la mesa una serie de interrogantes. Dependiendo de cómo los respondan, así será después el concepto de educación de cada uno.
“Jamás vi padre, por enclenque, jorobado y achacoso que su hijo fuera, que reconociese sus defectos”. Montaigne
Muchas personas estarían de acuerdo en que la mayor y primera dificultad de la ciencia humana se encuentra en la acertada dirección y educación de los niños. ¿Qué hacer? Analicemos el tema.
Nos preguntamos qué es lo que desea un padre para su hijo.
El amor de padre empuja a éste a desear y a buscar lo mejor para su hijo. Busca la mejor educación, el mejor colegio.
Yo no sé si mis padres me dieron una buena educación o si me llevaron a los mejores colegios. Ustedes tendrán una propia opinión al observar los resultados. Otros niños y niñas tuvieron una educación semejante y son muy diferentes y mejores que yo.
Un buen colegio. ¿Qué es un buen colegio? Todos nos hemos hecho esta pregunta más de una vez. A mi han acudido padres preocupados a preguntarme por éste o por el otro colegio. Estarán de acuerdo conmigo en que el primer y mejor colegio es el propio hogar. En cada hogar se siembra lo que más tarde se va a recoger.
Tal vez les parezca extraño las preguntas que les hago a continuación. Un buen colegio ¿debe mostrar, inculcar el amor a las ciencias, a las humanidades y a las artes, al propio colegio? ¿Pueden o deben los clásicos ayudar de alguna manera a nuestros niños y jóvenes? ¿Se han preguntado ustedes en qué puede consistir esta ayuda? ¿Debe un buen colegio mostrar cuáles deberían ser los libros de cabecera de nuestros hijos? ¿Ayudar a aprender a gustar la dulzura de las letras?
¿Debe un colegio ayudar a aprender a pensar, educar los sentimientos, orientar su tiempo libre, educar en el respeto hacia sí mismo, hacia los demás y hacia la cosas? ¿A ser responsables de sus vidas, a aprender a ser?
¿Y la filosofía? Los filósofos han ejercido de preceptores. Aristóteles fue maestro de Alejandro Magno. ¿Qué le enseñaría Aristóteles al niño Alejandro, que después fue magno?, o más importante aún ¿qué aprendería el joven Alejandro de su maestro? Lo que seguramente no le enseñó fueron sus famosos silogismos?
No sé qué opinan ustedes de estas metas, o de estos caminos, que propongo para conseguir esas metas. Más importante aún es mostrar cómo se va a acceder a ellos. ¿Cómo, con qué medios y métodos cuentan los buenos colegios? Siempre me ha gustado aquello que aprendí de pequeño en el catecismo y que decía, ante cualquier cuestión: “Mostrad cómo”.
Este mostrad cómo es muy importante y, pienso, que se nos ha olvidado muy deprisa. Quiero decirles algo más. Habrán escuchado a los mismos políticos, sobre todo en tiempos de campaña electoral, hablar y prometer esto y aquello en educación. Pero ¿les han escuchado decir cómo piensan llevarlo a buen fin? ¿Será suficiente con promulgar una nueva ley?
Lo que estoy diciendo para un buen colegio, puede valer para unos buenos padres, siempre en la medida de sus posibilidades.
¿Debería alguien (padres, maestros, responsables políticos…) conocer los valores de los niños y las niñas, si es que un niño puede ser sujeto de valores? ¿Debería un enseñante conocer el valor de lo que enseña?
¿Deberían los niños y los jóvenes conocer el valor que pueda tener para ellos lo que tienen obligación de aprender, para así desear conocerlo? ¿Deberían sentir los efectos beneficiosos de lo que aprenden?
¿O lo que importa es pasar exámenes, obtener buenas calificaciones, mejores que sus compañeros? ¿Importan, sobre todo, los resultados, ser mejor que el compañero o compañera? Hay que prepararse para tener éxito en la vida. ¿En qué consiste el éxito?
¿Debería servir un buen colegio y, por lo tanto, una buena educación para desarrollar las dotes naturales de los niños y las niñas, proporcionarles las herramientas adecuadas para comenzar a ejercer sus responsabilidades? ¿Cuáles serían estas dotes a desarrollar? ¿Desarrollar las capacidades y las ganas de saber y de aprender?
¿Debería aprenderse a salir de la mediocridad? Parece una opinión bastante generalizada el que nuestra sociedad es muy mediocre en general. ¿Qué vamos a hacer, entonces? ¿Desarrollar la imaginación? ¿Es la educación un camino hacia lo más noble, hacia lo mejor? ¿O será la educación un simple adorno, unas plumas con las que revestimos nuestra desnudez mental y que pretenden mostrar lo que no somos? ¿Algo tomado de otros, de manera que oculte lo propio, que apenas existe?
“El maestro no debe limitarse a preguntar al discípulo las palabra de la lección, sino más bien el sentido y la sustancia, debiendo informarse del provecho conseguido, no por la memoria del alumno, sino por su conducta. Conviene que lo que acaba de aprender el niño lo explique éste de diferentes maneras y que lo acomode a otros tantos casos, para comprobar si recibió bien la enseñanza hasta asimilarla, y juzgar en fin los adelantos conseguidos según los procedimientos seguidos por Platón. Es signo de indigestión y crudeza arrojar la carne tal y como se ha comido. El estómago no funciona como es debido si no transforma la sustancia y la forma de lo que le dieron para nutrirse”. Montaigne.
¿Debería el cerebro en su desarrollo aprender a funcionar con ese poder creador y transformador?
“El maestro debe enseñar al discípulo a pasar por el tamiz todas las ideas que le trasmita y procurar que su cabeza no acoja nada por la simple autoridad y crédito. Los principios de Aristóteles como los de los estoicos y epicúreos no deben significar para él principios incontrovertibles”.Montaigne.
Lo que se enseña, lo que se aprende es importante, tiene valor para la sociedad. No sé si los niños llegan a comprender esa importancia. Si no es así, ¿se deben imponer las cosas a la fuerza? Pienso que lo que vale se impone solo, por sí mismo. Lo que hay que imponer a la fuerza tiene poco valor o no lo hemos descubierto aún.
Toda persona está motivada para aprender. Los niños y los jóvenes también. Otra cosa es aprender por obligación. Se aprende a través del ejemplo que damos. ¿Qué ejemplos tienen los niños de hoy, nuestros niños y nuestros jóvenes? Si los niños vieran y escucharan cada día en casa a sus padres que el trabajo merece la pena y no es el mayor castigo que tienen en esta vida; si ocurriera eso mismo en la sociedad, en la calle, en la televisión, y no ofrecieran como objetivo último en la vida ganar dinero de forma fácil, la educación en los colegios sería más productiva, pero desgraciadamente no ocurre así.
Los niños y los jóvenes necesitan ilusionarse con algo, y si no se ilusionan con algo positivo pueden hacerlo con algo perjudicial, por eso propongo volver a la pedagogía de la ilusión. Esta pedagogía que ya han practicado y enseñado grandes maestros y profesores, entre ellos Ortega y Gasset; es el antídoto, la vacuna maravillosa a la mayoría de los males de la educación.
“Yo me he creído pocas veces en deberes durante toda mi vida. La he vivido y la vivo casi entera empujado por ilusiones, no por deberes”. Ortega
Solamente cuando no hacemos las cosas por ilusión tendremos que hacerlas por deber. La ilusión debe ser el motor de la vida, de la nuestra y de la nuestros jóvenes alumnos. El entusiasmo para aprender, para trabajar.
“Enseñar no es primaria y fundamentalmente sino enseñar la necesidad de una ciencia y no enseñar la ciencia cuya necesidad es imposible hacer sentir al estudiante. ¿A qué llaman nuestras escuelas enseñar la ciencia? A descargar sobre el alma de los discípulos un lastre de doctrinas científicas ya hechas, o cuando más un doctrinal ya hecho de métodos para la investigación”
Ortega nos muestra dónde se encuentra la raíz de muchos de los problemas de la educación, del llamado fracaso escolar. Pero nosotros preferimos meter la cabeza debajo del ala como el avestruz y no queremos ver otra cosa que lo vagos u otras cosas peores que son los alumnos, los jóvenes de hoy, sin desear recordar cómo éramos nosotros. Hay quien puede creer que la vaguería y la indolencia son innatas al ser humano. Hemos demostrado que no es así, que el ser humano tiene una tendencia innata hacia el saber, porque necesitamos saber. La indolencia nace del trabajo aburrido y sin sentido. Esta forma de trabajar a la fuerza y sin sentido es la que puede producir insatisfacciones, hostilidad y hasta aversión a la tarea que tenemos que hacer. La holganza no es un estado normal, sino patológico del ser humano, que resulta del trabajo sin sentido y enajenado.
“Haz lo que amas y amarás lo que haces”, dice un adagio
Todos deseamos emplear nuestra energía en algo a lo que encontremos sentido, y esta energía forma nuestro carácter. Es a través del esfuerzo, de un esfuerzo con sentido y querido, como podemos llegar a construir, con granito sólido, el gran Monasterio de nuestra propia vida.
La educación nos permite también orientarnos en el quehacer de nuestra vida comunitaria, social. Tenemos una obligación moral de participar en la construcción de la vida social de manera que esta sociedad nuestra alcance también la altura de los tiempos en los que vive.
miércoles, 31 de agosto de 2011
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