"Presérvame de las palabras vanas"
“Ven a la orilla, dijo.-
Dijeron: “Tenemos miedo”.
“Ven a la orilla”, insistió.
Ellos fueron. Él los empujó… y volaron.
Guillaume Apollinaire
Un maestro ayuda a sus aprendices a atreverse, a lanzarse, a vencer sus miedos y a volar.
Cuando le preguntaron a Sócrates cuál había sido su logro más importante, él respondió: “Les enseño a los hombres a preguntar”. C. Roland Christensen.
Una buena pregunta es una semilla que debe sembrarse para que produzca más semillas, con la esperanza de reverdecer el paisaje de la ideas. John Ciardi.
Lanzo al aire una nueva psicosophia, una nueva sabiduría para el alma de nuestro tiempo, una filosofía de vida.
Se ha hablado por doquier y se ha escrito acerca de la inutilidad de la filosofía. Pues bien, esta psicosophias muestran todo lo contrario, enseñan que la filosofía es lo más útil que ha inventado el ser humano para vivir como tal ser humano, y nos acerca los valores que la filosofía puede aportar a nuestras vidas.
No presentamos una filosofía academicista o enlatada, sino una filosofía viva. La propia filosofía es vida en sí misma. De hecho pensamos que sin filosofía la vida puede estar bastante vacía.
¿Cuáles serán las preocupaciones de la filosofía? Pensar: ¿pensar sobre los pensamientos, o sobre lo que está pasando? ¿Filosofía de carne y hueso o filosofía en el aire? La filosofía tiene que ofrecer ganas de vivir. Es un análisis para entender mejor nuestra realidad. El filósofo debe atender a su tiempo, salir del fortín protector de su cátedra.
A menudo vivimos sin enterarnos de que vivimos y de para qué vivimos. La filosofía nos aguijonea a hacernos este tipo de preguntas fundamentales para nuestra vida como personas humanas. Y es también capacidad de asombro, poner en cuestión lo que damos por sentado.
Surge el ser humano con la expansión de la conciencia, cuando es capaz de combinar las dos fuentes de la inteligencia humana: el intelecto y la imaginación.
El filósofo griego Sócrates sacó la filosofía al ágora, a las calles y plazas; hoy podemos respirarla cuando paseamos y nutrir nuestro corazón.
Si las preguntas son la fuente del saber, voy a preguntar: ¿Es posible una vida humana sin relacionarse con los demás seres humanos? Y nos relacionamos con los otros mediante la palabra, el diálogo. A menudo nos cuesta dialogar, porque no estamos entrenados suficientemente. El diálogo da vida a la propia vida. Cuando aprendemos lo hacemos dialogando en comunidad, pues el hombre es el animal que tiene la palabra.
Hablamos, pues, hoy de diálogo. Los problemas nos afectan a todos y todos debemos tratar de ofrecer respuestas. No desertemos de nuestro pensamiento. Que no nos roben la palabra una vez más. Nadie es dueño de la verdad; existe un pluralismo democrático.
Proponemos al filósofo griego Sócrates como paradigma del diálogo. Sócrates nos enseñó que los conocimientos importantes de nuestra vida no los aprendemos de otras personas, sino que ese conocimiento ya está dentro de nosotros y lo experimentamos cotidianamente. En sus diálogos, intentaba despertar en los demás ese conocimiento tácito; lo hacía examinando sus opiniones y remontándose a las ideas que subyacen a estas opiniones.
Veamos algunas características del diálogo. En un diálogo nadie cree poseer la verdad de antemano, si no, ya no existe el diálogo, sino una pantomima que llega a desvirtuar cualquier tipo de relación humana. Ni yo mismo cuando estoy lanzando estas opiniones, pienso que soy dueño de la verdad. El que supiera más que los demás jugaría con ventaja. Además si alguien sabe las respuestas ¿qué necesidad tenemos de perder el tiempo buscándolas en diálogo, en comunidad? El diálogo hace más íntima la comunicación y ayuda a desconcertar al adversario rompiéndole el hilo de lo que ha aprendido de memoria.
Si “sólo sé que no sé nada” y que “se hace camino al andar”, nadie es poseedor o poseedora de la verdad, nadie puede transmitirla a otros. Por lo tanto, la enseñanza no puede consistir en una transmisión de algo, ni en enseñar conocimientos que no se tienen, o se quedan anticuados en dos días, sino en provocar el autoconocimiento por medio del diálogo, dentro de una comunidad, como hacen los científicos.
Y la educación en casa o en el lugar dedicado a ella también debe estar basada fundamentalmente en el diálogo.
Veintiún siglos más tarde, el filósofo alemán Manuel Kant afirmó que la humanidad había estado encadenada a los grilletes del pensamiento autoritario durante siglos y que ya era el momento de tomarnos en serio a nosotros mismos como seres pensantes. Ambos, Sócrates y Kant, estimularon el pensamiento independiente.
Sócrates quiso enseñar sobre todo con su ejemplo, que por medio de la razón el ser humano podía llegar a ser persona, a ser libre, podía elegir, podía dejar de ser ese pobre e infeliz mortal e ir construyendo su propia felicidad. Siguiendo los impulsos de su agón, defendió sus ideas hasta el límite, muriendo para demostrar a los hombres la responsabilidad y la coherencia entre el pensar y el actuar.
Intenta enseñar a razonar de manera práctica, no mediante la lectura sobre los temas que nos preocupan, sino reflexionando sobre ellos junto con otras personas. Se ponen así en práctica dos lemas de la filosofía: «conócete a ti mismo» y «atrévete a usar tu inteligencia»,
El diálogo socrático consiste en hacer preguntas para llegar a un fin. Es la dialéctica, el arte de hacer preguntas. Dialéctico es el que sabe preguntar, preguntar bien y responder. Sócrates utiliza la ironía que ayuda a preparar el entendimiento, liberarlo de errores y de prejuicios, reconociendo la propia ignorancia como principio de toda sabiduría. Pone en ridículo a los enemigos cuando llegan a caer en contradicción y se ven prisioneros de la ignorancia que negaban.
El que dialoga cree en el poder de la razón. Si mi razón es muy limitada, unida a otras puede llegar muy lejos en el descubrimiento de la verdad. Nosotros podemos estar equivocados, pero no la razón en sí misma. La preparación, la educación es necesaria para tener la habilidad de sacar la verdad a la luz. Es la mayéutica socrática. La capacidad de extraer la verdad del interior de nuestro interlocutor.
El diálogo cree en la ciencia; si analizamos los fundamentos y los analizamos bien, podemos seguir un razonamiento ordenado y hacer ciencia. Partiendo de hechos particulares podemos llegar a los conceptos universales, fijos, estables, a las definiciones que expresan la esencia de las cosas.
Esto es hacer camino, y este hacer camino es vivir, investigar. Mucha gente no está acostumbrada a la investigación y quieren llegar al resultado, a la meta. Lo importante es el camino no la posada decía Don Quijote.
Proponemos disfrutar del proceso, no solo del resultado. Debemos superar la impaciencia de querer saber el resultado sin ver y disfrutar el partido. Sócrates nos invita a jugar el partido completo. El resultado final no es tan importante. El reflexionar, el filosofar se convierten en procesos apasionantes.
No es fácil que los participantes se comprometan y puedan disfrutar de este tipo de investigación. Contrastar nuestras opiniones, comprobar que son diferentes a otras puede llevarnos al “todo vale lo mismo”, al ¿”qué más da”? Podemos caminar hacia la pereza mental. Además estamos acostumbrados y nos es más fácil que nos den las cosas ya hechas, que otros las piensen por nosotros.
El diálogo socrático debe ser fructífero, avanzar en la construcción de la verdad. Argumentar, escuchar los argumentos de los demás, ser tolerante y respetuoso con los otros…
Eduquémonos en el diálogo. Debemos practicar el diálogo desde muy jóvenes. Otros no tuvimos la oportunidad de hacerlo y no estamos suficientemente entrenados para dialogar. Si echo esta mirada hacia atrás es para avanzar con más seguridad, para continuar haciendo camino.
Tenemos una tendencia al orgullo de sobreestimarnos y subestimar al otro; al egoísmo de pensar sólo en nuestro propio interés y olvidar el de los demás, e incluso la maldad de querer perjudicar al otro.
Dialoguemos. El diálogo exige respeto. Respeto a uno mismo y respeto al otro con quien dialogo. Respetar al otro y no tratar de convencerlo para traerlo a mi terreno, de la misma forma que yo quiero que el otro me respete y no trate de llevarme al suyo.
Cuando no hay diálogo o cuando se rompe, llegan los problemas, los conflictos y en no pocas ocasiones, las guerras. Estamos demasiado acostumbrados a escuchar la palabra guerra y hemos olvidado los horrores que produce y las atrocidades que comete el ser humano en ellas.
En España hubo un momento de diálogo. Dialogo político. Es el único que conozco a través de la historia de mi país. Tuvo deficiencias, sobre todo visto desde la distancia; hubo muchos intereses partidistas. Pero todo ello es parte del juego humano. El ser humano se mueve por interés o intereses.
Todo ello llevó a unos pactos y a realizar un proceso de transición política de la dictadura a la democracia, ejemplar para el mundo y sin grandes sobresaltos.
Pasados estos momentos de la transición se olvidó el diálogo y su principal característica que es saber escuchar. Ya no se escucha, como mucho se oye, pero no se atiende al otro, ni sus razones. Sé de antemano lo que va a decir, es mi enemigo. Al enemigo ni agua. Sólo importan las razones propias. Las del otro no merecen la pena ni escucharlas.
Roto el diálogo surge el conflicto. Se radicalizan las posiciones más y más. Yo tengo la razón, el otro siempre está equivocado, y no merece mi atención. Hemos vuelto a las dos Españas, que creíamos superadas y que hoy parecen irreconciliables.
Entre los políticos del gobierno, un ministro ha querido abrir un diálogo para llegar a un posible consenso, pero no solo no ha conseguido que las partes dialoguen, sino que él mismo no ha ido escuchado.
José María calvo
sábado, 29 de octubre de 2011
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1 comentario:
Es verdaderamente un gusto para mì haber llegado a Ud. debido a la bùsqueda de material pedagògico al azar: esta "botella al mar" resultò realmente fructìfera al ponerme en contacto con sus ideas. Gracias por exponer tan claramente sus pensares, y sepa que el efecto dominò que generan es importante. Saludos y gracias nuevamente.-
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