lunes, 21 de noviembre de 2011

Monólogo de Don Quijote

Continúa el discurso de Don Quijote:
¡Ea! No es este buen momento para dudas y desfallecimientos. El que no espera lluvia no ve nubarrones. No basta con soñar vidas, es preciso vivirlas, plenificarlas, darles sentido. A la perfección sólo se llega imitando a hombres y no tratando de poner en práctica teorías.
Ilustre e inmortal Amadís de Gaula, rey de todos los caballeros andantes, dispuesto estoy a emular tus heroicos pasos en busca de la eterna gloria que tú brillantemente alcanzaste. Construiré el camino que me conduzca a tu cielo y lo conquistaré para mi amada.

Esta vida plena no puede vivirla cualquiera. Es necesaria una preparación, que sólo puede darla la orden de la caballería andante. Pertrecho, pues, con todos los avíos, con todos los dones de la caballería, calada la celada, armado de lanza y espada, bien protegido con la armadura caballeril, emprendemos tú y yo, Rocinante, tú y yo solos, la lucha por ese mundo mejor que necesitamos. He tenido la fortuna de ser elegido y de que el destino ya me armara caballero.
En este viaje, no hay metas, ninguna posada puede albergar al que es eterno peregrino en su ser. Nunca se llega, nunca se ha terminado la jornada. La tarea es inmensa y nunca tiene un fin.
Sé bien que a esta gloria sólo se llega arrostrando duros trabajos. La aventura, anhelamos la aventura que inyecta ilusión a una vida sin vida. Dispuesto estoy a arrostrar toda la clase de peligros que me vinieren. Solamente la vida podrá serme arrebatada, pero nada ni nadie podrá quitarme el esfuerzo por alcanzarla, por más que se canse la envidia en oscurecerla y la malicia en ocultarla. Sabemos que no hay tempestad que dure hasta el amanecer.
Una vida dura, Sancho amigo, siempre trae consecuencias positivas. Detrás de una gran tormenta, siempre aparece el arco iris precursor de un sol radiante. No te desanimes, aunque las fuerzas quieran abandonarte; conseguirás ser gobernador de una ínsula. Pero no pueden alcanzar tal honor quienes no hayan pagado antes el tributo del merecimiento, y éste se adquiere a través de una vida de esfuerzo y de sacrificio.
Sí, ya sé que otros gobernadores no han pagado el tributo debido, pero así les va y así lo están sufriendo los gobernados.
Serás admirado por todo el mundo. Ejercerás tu puesto con orgullo y con dignidad, impartirás la justicia entre tus súbditos, porque sabrás mucho de injusticias y sufrimientos. Los llevarás grabados dentro de tu alma. A mi lado aprenderás bien en la escuela de la vida que es la más pedagógica de cuantas puedas encontrar y beberás la gratificante espuma de la caballería andante.
Algunos están satisfechos porque existen y con existir les basta. Pero, ¿puede ser suficiente ese mero existir? ¿Es que no sienten la necesidad de llenar hasta el borde el cáliz de la vida? ¿Existen? ¿Existen de verdad? Más bien creo que deambulan sonámbulos por el mundo. Si existieran sufrirían de existir en una insustancial existencia, sufrirían de no ser en lo eterno y en lo infinito.
No veo nada ahí delante, ¿por qué seguir?, y sin embargo siento dentro de mí unas fuerzas desconocidas que me empujan a hacer camino. Deben ser las fuerzas de ese genio encantador que se ha fijado en mi pobreza, se ha apoderado de mi voluntad y quiere llevarme a grandes empresas que sólo para mí estaban reservadas.
(Pausa)
Ancha es Castilla. Claro, y bien ancha. La llanura se desnuda y no hay un triste árbol en millas a la redonda que me proteja de este fuego abrasador, ni agua que libere mi lengua pegada al paladar. Tierra seca y a la vez fuerte, es ésta una tierra pobre herida de muerte por seculares temporales. Los labriegos apenas pueden clavar la dura y pesada reja en sus pródigas entrañas para liberar su mísero sustento.
La pobreza que lleva en su alma proporciona vigor y brío a sus moradores, al igual que ha endurecido mi brazo. Es mi tierra, el hogar que me ha dado cobijo. En él mi espíritu ya no podía expandirse, y se agitaba hasta quebrar los férreos barrotes que lo oprimían.
La pobreza Sancho no es la escasez de recursos materiales para la vida, sino el estado de ánimo con que la asumas. Sobrevive o malvive dentro de cada alma. ¡Oh necesidad infame, a cuantos seres honrados fuerzas! Todos quieren salir de ti y huyen despavoridos sin saber lo que les espera. Por dejarte atrás muchos entregan su cuerpo al diablo y hasta su alma.
Tengo que gritarlo a los cuatro vientos: He sido salvado, he sido redimido del no vivir, del no ser, de llevar una vida dentro de una dorada prisión, ahogado por la nada. Vivía preso de mi mismo y preso de los otros, del qué dirán. Soledad en medio de la multitud. Mi cárcel estaba adornada de oro y guirnaldas, pero era una cárcel.
(Pausa)
¡Nada! ¡La nada! Dura estepa que no me permites gozar de tu solaz y me fuerzas a seguir a otros lugares. Tierra sin vida que me proporcionas nuevos cielos. Castilla no es Castilla sin su cielo, ese cielo que conforma su esencia. Tus desérticos parajes piden a gritos la vida y conducen mi alma hacia eternidades soñadas. Sobre ti no hay lugar para la pereza; siempre se aspira a más vida. Para alcanzar esta vida hay que amarla por encima de todo. Este vivir que nos lleva a desear sobrevivir eternamente para seguir viviendo. Esa será, Sancho, nuestra gloria.
Ya verás Sancho cuando alumbre la primavera. Has pasado por muchas de ellas sin percatarte del maravilloso espectáculo con el que nos obsequia. En la primavera de Castilla la eternidad se hace presente. Verdes campos de Castilla en primavera, pórticos de nuestro templo celestial.
(Pequeña pausa)
Lo siento por ti Sancho que no has sido honrado con la gran orden de la caballería andante. Los caballeros andantes apenas sufrimos de necesidad alguna; vencemos la sed con el agua pura de nuestra gloria y el recuerdo de nuestra señora, por quien damos por bien venidos todos los dolores y quebrantos. Que todo redunde en el honor y honra de la más agraciada de las doncellas. Por su honra subiré a lo más alto, me mantendré firme y sin recelo. Si he de caer será un rayo, un huracán, o un mal paso mío el que me precipite a lo profundo. Luego llega la gloria, pues toda gloria sigue al sufrimiento, como toda nueva vida al dolor del alumbramiento.
¿Quién puede detener al viento? Y dentro de mí ruge un huracán. ¿Quién pondrá puertas al campo?
Otros presumen de buscar la gloria, pero solo luchan por su propia honra y beneficio. Lo que cuesta poco se estima menos.

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