miércoles, 16 de noviembre de 2016
Sobre educación
Sobre educación.
Alguien dice que etimológicamente educación viene de educare, conducir, llevar de la mano; otros que de educere, sacar, extraer.
Parece que alguien debe conducir al niño en el camino de su vida, ese alguien es el adulto, y en la escuela, el profesor o maestro, que para eso se ha preparado y para eso le pagan. Se educa a niños, no a adultos. El niño nace a la vida y hay que conducirlo al mundo, a este mundo, lo que llamamos socialización, dice alguien.
Ya dije que yo no me considero capaz de guiar a nadie a ninguna parte, que bastante tengo con guiarme a mí mismo. Y tengo serias dudas. ¿Adónde puedo llevarlo? ¿Y si caigo en un pozo, quién soy yo para llevar conmigo a otros a ese pozo, y menos aún a niños indefensos? Por desgracia muchos niños son conducidos a pozos.
Y si alguno tenéis la suerte de llega a un lugar, a una meta excelente, no sé, a ser ministro, médico o general por ejemplo, los demás lo veremos y pensaremos lo bueno que es ese lugar y podremos decidir si deseamos llegar o no. Lo que no debe hacer el guía es obligarnos a llegar donde está él, si no lo deseamos. Solamente apuntar con el poeta “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. No hay camino hecho ya y que tengamos que enseñar a otros, sino hacer camino mientras andamos todos juntos en diálogo.
Dialogo con quien quiere dialogar, con quien está abierto a y no se considera experto en nada, este caso en educación. El experto ya está en posesión de la verdad y no necesita dialogar, abrirse a los otros para aprender, no suele admitir el diálogo, no lo necesita.
No tengo tan claras las reglas del buen diálogo como una compañera, a la que se las enseñaron de pequeña y ahora piensa que debe enseñarlas a los niños. ¡Qué suerte, o qué desgracia!
Puedo pensar que dialogar es respetar, es escuchar antes de hablar, admitir las opiniones de los otros, reconocernos falibles, no querer llevarme adonde tú estás y yo te respeto y tampoco te traeré adonde yo estoy. Pensar que todas las ideas son revisables y la investigación en cualquier campo nunca está acabada.
Por aquí camina el respeto, además de no adoctrinar, no manipular, etc. Pero el respeto, como casi todos los conceptos educativos, no es algo fijo y definido para siempre, como quería una compañera con el concepto de diálogo. Las cosas no son así o asá de una vez para siempre y pueden ir evolucionando y mejorando. Los conceptos, la educación, no es algo de donde se parte, sino adonde se llega dialogando entre todos; es un aprendizaje.
Se habla de llegar a un consenso. Qué consenso. El camino es más emocionante que la posada, dice Don Quijote, y si tenemos que hacer camino al andar, pues mira. La vida es camino, la educación es vida y es camino y no hay metas. Es como el horizonte que nos reta y cuando llegamos a él se nos aleja de nuevo en un nuevo reto y así indefinidamente.
El diálogo se da entre iguales, entre quienes están abiertos a buscar la verdad en común, porque creen que no la tienen, y no quieren llevar al otro a su terreno ni que el otro los lleve a ellos, no quieren convencer, sino que avanzan en la construcción de la verdad, con las aportaciones de todos. Piensan en el otro y le acicatea para que piense por sí mismo y encuentre su propia verdad para construir su vida, aunque le moleste.
El mundo, la realidad. Yo preguntaba qué mundo. Pienso que la educación es para cambiar la perspectiva y mirar el mundo con otra lógica, reinventar el mundo, para que esas imágenes de la levedad no sean deglutidas por la pesadez de la “realidad”, como dice Ítalo Calvino.
Si el cuidado, la creatividad y la crítica no están atravesados una y otra vez por el cuidado mismo (en el sentido de caring thinking), no es pensamiento multidimensional, y no hay educación, y no hay libertad. Y el camino que caminamos está reseco, muerto, y no conduce a parte alguna que esté viva y que vivifique, sólo conduce a la muerte.
No se ha cuidado el pensamiento propio, el pensamiento crítico, cuidadoso y la creatividad. Y la sociedad lo está sufriendo. El mundo está muy necesitado de personas que piensen. "Si queremos adultos que piensen por sí mismos, debemos educar a los niños para que piensen por sí mismos». Lipman.
Si asumimos que necesitamos del pensamiento multidimensional, deberíamos asumir que el pensamiento multidimensional aporta incertidumbre, ambigüedad, desorden, que son algunas de las bases del pensamiento que investiga, que busca, que indaga.
Siempre han proliferado en nuestra sociedad los expertos, o los que se creen expertos en lo que hacen, sobre todo en educación. Se sienten orgullosos y satisfechos, rebosan y desean que los demás admiremos sus habilidades. Nos dejan anonadados con su sabiduría, y además viven muy bien de ella. ¿Alguno de ustedes no se considera experto y no aconseja a los profesores y a los políticos lo que deben hacer? Hay quienes se afirman expertos, y lo publican en sus libros. No necesitan que alguien les diga que lo son, ellos mismos lo saben, se reconocen como tales expertos.
Publican libros en los que muestran sus expertos pensamientos que quieren que los demás sigamos. Salen por las televisiones, en las radios, en todos los medios de información de masas, pues los medios viven de eso, de encontrar expertos a los que la masa siga y tengan la audiencia asegurada. Al fin y al cabo la audiencia decide la suerte de estos medios. La cantidad de masa es igual al dinero recibido por unos y por los otros.
¡Qué lejos están los expertos de ser esos náufragos que somos todos, de los que habla Ortega! Han logrado vivir en la seguridad, y han perdido la emoción del naufragio. Han entrado a formar parte de esa idea que poseen como suya dentro de su cabeza, una idea parasitaria. Viven de rentas, como vive nuestro tiempo; para eso han estudiado tanto. De rentas de las teorías del pasado, de la aparente tierra firme de éstas.
Estos autodenominados expertos no se encuentran perdidos, su existencia no va lanzada, no es ese proyectil que tiene que elegir su blanco en el duro caminar. Cuando salen, ya saben adónde van, son expertos.
No viven la vida como crisis, no sé si viven la vida. Una crisis que es el fundamento de la vida que es, en sí misma, y siempre, un naufragio. Tampoco tienen la conciencia de naufragio; un naufragio que no es ahogarse, «es el ser de verdad de la vida». La cultura es bracear, para no ahogarse, aunque nunca se llegue a una isla salvadora. A los expertos no se les ve bracear, no lo necesitan, viven muy seguros en la tierra firme que creen haber hallado.
¡Qué suerte tienen! Han encontrado pronto su isla salvadora. Yo llevo toda mi larga vida dedicado a la educación y cada día sé menos. Me consuela el dicho socrático de que “solo sé que nada sé” por el que fue considerado uno de los siete sabios de la humanidad. Vivió desenmascarando a aquellos que “creían saber lo que no sabían”. Esa era su misión, la misión que su daimon le encargaba cada día. Yo no soy ningún Sócrates, pero tengo mi dáimon que me empuja a ejercer mi misión en la vida.
Una de estas misiones puede ser desenmascarar expertos.
Quisiera saber, en mi ignorancia, qué sabe el experto y para qué sirve su saber. En educación, en que cada día cambian las preguntas, qué respuestas vamos a tener preparadas, ¿las que recibimos en la universidad? ¿Las que aprendí ayer?
No voy a entrar en si poseen determinadas características físicas, pero tal vez si las tengan psíquicas. Podría suceder que hayan padecido una inseguridad, algún complejo de… que les ha llevado a aferrase a este bote salvavidas.
El experto suele ser dogmático, confía ciegamente en su creencia. El dogmatismo es lo opuesto a la libertad de pensamiento. El dogma es la antítesis de la duda. Y la duda es esencial al ser humano para avanzar.
El dogmático desea la inmovilidad, preferiría que nunca ocurrieran cambios, ni en su vida ni en el mundo. Quiere vivir siempre en su torre de cristal, amurallado por la aparente solidez de sus creencias, deseando que nada lo perturbe. Es un ser profundamente reaccionario: si pudiera, congelaría el tiempo y seguiría la misma rutina eternamente.
Lo realmente grave es que el dogmático cree, en el fondo, que su posición es la correcta, y que todos los que discrepan con él, lo hacen por mala fe o por ignorancia. Según él, no hay otra forma de vivir en el mundo ni hay otras creencias, salvo las que él suscribe. Considera que su punto de vista es el correcto y que es el mejor y único posible. Se cree en posesión de la verdad suprema.
Aunque las actitudes dogmáticas pueden parecer cómicas, incluso ridículas, entrañan realmente grandes amenazas:
El dogmatismo encubre un profundo desprecio al intelecto humano. En el fondo, el dogma insinúa lo siguiente: no eres lo suficientemente maduro para guiar tu vida, no tienes la capacidad de pensar o dudar: por lo tanto, obedéceme y no digas nada. Llevarás una vida gris y simple, pero no tendrás que decidir, porque yo lo haré por ti.
El dogmatismo se identifica generalmente con los sistemas religiosos tradicionales: no dudes, no pienses, no preguntes, sigue estas normas de conducta y practica estos rituales, y no te preocupes de nada más
“Nuestra época y nuestra civilización son tan intolerantes como cualquier otra. Lo único que ha cambiado es el contenido de nuestra superstición y de nuestros dogmas; en vez del dogma religioso tenemos ahora el dogma científico; y quien se atreva a oponerse al dogma científico será inmolado como Giordano Bruno”. Bernard Show
El experto es el sabio, el que sabe o cree que sabe. No el filo – sofo, el que ama el saber, el que quiere saber, porque se ha dado cuenta de que no sabe. Dice Nietzsche que el filósofo es el amante del saber, no el que ya está casado con él.
Para cualquier actividad humana pienso que es necesario el respeto, respetarse a sí mismo y respetar al otro. Los seres más indefensos seguramente necesitan ser más respetados, y estos seres más indefensos son, sin duda, los niños.
Yo, como Sócrates, sólo sé que no sé nada. Hay personas muy seguras de sí mismas y que piensan que sí saben. Estas están dispuestas a conducir a otras, sobre todo a los niños, guiarlos, educarlos.
Podemos estar de acuerdo en que la educación tradicional fracasa cada vez más, no sirve a las nuevas generaciones. Solo tenemos que abrir los ojos y mirar. Os doy mi ejemplo. Tal vez valga poco, porque no soy buen profesor. Mirad, simplificando mucho, en mis clases tradicionales conseguía que más del 80% de los estudiantes suspendiera la materia, el 70% la odiara y el 60% odiara al profesor. Todo más o menos, claro.
Ya estaban curados la mayoría de mis estudiantes contra mi asignatura, yo importaba menos. No voy a contar los intentos de remediar esta situación has que encontré el giro copernicano que me ayudó en esta maravillosa tarea.
Me di cuenta de que “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, nos habían cambiado todas las preguntas". Ya no valían ms respuestas tradicionales, lo que yo había aprendido, necesitaba algo diferente.
"El cerebro no es un vaso para llenar, sino una lámpara para encender” y que avive el deseo de investigar la verdad, como enseña Plutarco.
Un buen profesor piensa que las personas, los estudiantes, son personas activas, capaces de pensar, y no solo de recibir y repetir lo que los adultos deciden.
Superar la educación para aprender, por la educación para pensar. El cerebro de los niños no debe continuar siendo un almacén, un cementerio de algo muerto, dice Paolo Freire. Pasar de almacenar datos a producir conocimiento. Nadie lo puede conseguir solo, necesitamos de los otros. El conocimiento al contrario que otras cosas crece y crece al ser compartido. Aulas en las que se comparta el saber, el conocimiento. "Nadie libera a nadie, y nadie se libera solo. Los seres humanos se liberan en comunión." Paulo Freire, 1970.
Por lo tanto es necesario y esencial el diálogo. Lo importante no es el enseñar, sino el aprender. El protagonista de su educación es el que aprende, no el que enseña. Nadie es dueño de la verdad, ni la iglesia, ni los gobiernos, ni los profesores. Ya no es importante la sapiencia del profesor, la clase magistral, el salir de la clase a hombros de tus alumnos, después de una "buena clase". Lo realmente importante es lo que sucede en las cabezas de los que aprenden. El enseñar deja paso al aprender. Una educación para aprender a dirigir con sentido la propia vida, dice Francisco Giner de los Ríos. Se aprende investigando en comunidad. La clase se convierte en una comunidad de investigación y diálogo.
El rol del profesor ya no es el del sabio que adoctrina subido en una tarima, ni el detentador de la autoridad, sino la persona sensible que camina al lado de sus alumnos, y alumbra la búsqueda de la verdad de cada uno. Ayuda a pensar por sí mismo y a ser sí mismo. El profesor enseña sobre todo con su persona, con su ser, más que con su decir. Nadie enseña lo que sabe, sino lo que es. «Lo que eres suena tan alto en mis oídos que no deja escuchar lo que dices», reza un proverbio. Profesores en y para la libertad. "Decir que los seres humanos son personas, y como personas son libres, y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa.", escribe Paulo Freire.
Siempre he tenido en mi mente que nuestra vocación o profesión es vivir para y no vivir de la educación. La tarea principal del profesor es ayudar a liberar la mente y permitirla pensar. No voy a comentar hoy lo del profe “colegui”, o el padre colegui, que un señor, de los que se llaman expertos, y que no deseo citar saca tantas veces en sus libros muy despectivamente, pero podemos hablar de ello cuando os parezca.
Pedagogía de la contaminación, decía Ortega y Gasset. Contagiar el deseo, el impulso, despertar en los niños esta necesidad vital, esas ganas de aprender. Aprender a ser personas, no nacemos ya hechos. Somos proyecto. No matar la curiosidad en los niños. Dejar caer en la mente de los niños y de las niñas semillas de dudas, de belleza, de preguntas, de deseos de aprender, ésa es la tarea del educador, ésa es la tarea de la educadora. Por esto, la ciencia no puede ser enseñada, y menos aún el arte y la moral, porque la cultura es un organismo vivo, en permanente cambio y movimiento, que debemos aprender, si queremos aprender, sigue diciendo Ortega.
A menudo sueño con un mundo en el que nadie es el poseedor de la verdad y cada persona tiene derecho a ser escuchada. Emilio Lledó.
Quien fuera distinguido con el Premio Nobel, Bertrand Russell, sostuvo que para vivir en una sociedad basada auténticamente en los principios de la libertad, se deberían seguir 10 consejos importantes, que además resultan enriquecedores para la vida democrática. Estos consejos son:
1. No te sientas completamente certero de nada.
2. No creas que vale la pena construir creencias conciliando evidencias, porque las evidencias salen a la luz por sí mismas.
3. No intentes obstaculizar tus pensamientos porque es muy probable que salgas victorioso.
4. Cuando te encuentres con la oposición, aunque se trate de tu esposo o de tus hijos, esfuérzate por derrotarle mediante argumentos y no mediante autoridad. Una victoria que se sustenta en autoridad es irreal e ilusoria.
5. No tengas respeto por la autoridad de los otros, ya que siempre hallaras autoridades opuestas.
6. No uses el poder para suprimir opiniones que son perniciosas, pues las opiniones te suprimirán a ti.
7. No temas por tener una opinión excéntrica, cada opinión que hoy es aceptada alguna vez fue excéntrica.
8. Encuentra más placer en la disidencia inteligente que en la coincidencia pasiva.
9. Sé escrupulosamente honrado, incluso cuando la verdad es inconveniente, ya que será aún menos conveniente tratar de ocultarla.
10. No te sientas envidioso de la felicidad de esos que viven en un paraíso de tontería, pues solo un tonto pensaría que eso es felicidad.
Una vida guiada mediante el principio de la libertad es lo que hasta ahora los filósofos han encontrado como más viable para el ejercicio de una vida plena. Bertrand Russel nos recuerda que no sólo la tolerancia sino la inteligencia son necesarias para entender nuestra perspectiva como un ingrediente más, dentro del pastel inacabado que es la interpretación de la realidad.
José María Calvo
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