“Nuestra época y nuestra civilización son tan
intolerantes como cualquier otra. Lo único que ha cambiado es el contenido de
nuestra superstición y de nuestros dogmas; en vez del dogma religioso tenemos
ahora el dogma científico; y quien se atreva a oponerse al dogma científico
será inmolado como Giordano Bruno”. Bernard Show.
La escuela es un reflejo fiel de la sociedad en la que está inserta. La sociedad habla de falta de autoridad en los colegios y en los institutos. Habla de que los profesores no tienen autoridad. No sé si la han perdido en alguna parte o alguien se la ha arrebatado. Alguien también echa en falta más autoridad dentro de la propia sociedad.
Nuestra sociedad democrática no habla de valores democráticos, de aprender a convivir, de respeto, de tolerancia. Hablan de “crisis de autoridad”; todo el mundo se rasga las vestiduras ante tamaño problema. Ya no existe autoridad por parte de los adultos, de los padres, de los maestros con respecto a sus niños. Hay una falta de autoridad en los colegios, en la educación; hablan de los niños y los jóvenes. ¿Dónde habrán aprendido nuestros niños a comportarse?
¿Respeto frente a autoridad?
Yo creo que lo que todos añoramos más es la falta de respeto que existe en la sociedad y, como consecuencia, en los colegios. Pedimos una educación en el respeto; que aprendamos a respetar.
Cuando hablamos de autoridad educativa, ¿de qué estamos hablando? Algunos, muy pocos, añaden democrática, sin explicar lo que entienden por tal autoridad democrática.
A la vez se habla de violencia en los colegios. Violencia por parte de los niños y jóvenes. Si es así, ¿dónde habrán podido aprender la violencia nuestros niños?
Ante este grave problema educativo en las casas y en los colegios, nuestras autoridades deciden conseguir la autoridad, la “auctoritas”, mediante una ley. Ahí está. Hemos decidido con una ley que ya hay autoridad en los colegios, los profesores quedan investidos con la toga de la autoridad. Se acabaron los problemas.
¿Veis qué fácil ha sido? ¿Cómo no se nos habría ocurrido antes con lo listos que somos?
Ya tenemos autoridad en los profesores. Éstos ya pueden mandar, obligar a quienes son inferiores a ellos lo que la autoridad establecida ha decidido. No olvidemos que, por desgracia, los profesores son meros instrumentos dependientes de las órdenes de otra autoridad que llega de más arriba. Casi toda la autoridad, como la salvación, tiene que llegarnos de arriba.
¿Cómo se va a conseguir la autoridad? Pues muy fácilmente: llamando de usted al profesor y subiéndole sobre una tarima. Además se recomienda que haya una mesa grande entre el profesor y los alumnos.
Otros entendemos la autoridad de muy distinta manera. La autoridad, la “auctoritas” se va ganando día a día en un proceso de convivencia dialógica en respeto mutuo. Es el respeto el que lleva a la autoridad.
Todos sabemos y los niños también saben reconocer la autoridad de quien se dedica a ellos, de quien los quiere, los respeta, de quien les facilita una educación y un aprendizaje válidos para sus vidas en un ambiente de cordialidad y tolerancia.
Los niños necesitan identificarse con “su escuela”, con sus maestros que le quieren y respetan, y a los que quiere y respeta, porque ante ellos tienen un prestigio que se han ido ganando, aunque la sociedad los haya desposeído de ese prestigio.
Todo esto se parece más a un sistema educativo que lo otro ¿o no? ¿Tendremos que imponer a los demás la educación por ley o a la fuerza?
Es cierto que habrá multitud de conflictos. Durante el siglo XIX se pensaba que los salvajes americanos del oeste nunca llegarían a la civilización. A menudo pensamos que los españoles solo obedecemos al castigo.
No hemos aprendido a dialogar, no sabemos practicar el diálogo y así nos ha ido a lo largo de nuestra historia.
En lugar de leyes impositivas vamos a ver si practicamos el diálogo respetuoso para que nuestros niños y nuestros jóvenes se impregnen de este aroma que colma nuestra sociedad.
Pero claro lo que la autoridad propone es consecuencia de que tal vez no sepamos qué es eso de educación, para qué sirve la educación.
No sé si la educación debe formar personas y ciudadanos libres, responsables, honestos, creativos, críticos y seguros, sin miedos. ¿Necesitará la sociedad este tipo de personas?
La creatividad se alimenta de la duda y en el cuestionamiento de los conocimientos adquiridos. Muchos profesionales coinciden en que el ser libre y creativo muere en las aulas. La educación es la esperanza que nos queda.
No puede continuar siendo una mera transmisión de contenidos a alguien que no los tiene y, pensamos que los necesita. El educando es un sujeto activo, no un recipiente que hay que rellenar y no sabemos quien debería tomar las decisiones de hacerlo. El educando debe recuperar la palabra que a todos nos ha sido arrebatada.
A veces la educación ha sido como un tumor que nos ha ido matando por dentro y solo nos ha dejado ganas de que lleguen las vacaciones.
Ya es la hora en la que se supere la situación en la que uno, el docente dice lo que él sabe; dos, el alumno acepta lo que el docente dice puesto que como alumno nada sabe, y tres, lo que el docente dice es verdadero, sin lugar a crítica. Estaríamos dentro de una educación domesticadora más que liberadora y engendradora de valores.
Aprendamos todos a dialogar en respeto y libertad.
Los profesionales deben formarse concienzudamente para esta sublime tarea y tener vocación; si no volveremos a estar perdidos y la ley de autoridad no lo va a remediar, aunque se pongan más guardias en los colegios. "Lo más importante es que el profesor comprenda que el esfuerzo constructivo debe provenir de las fuerzas positivas o activas del alumno".
Por si sirve de algo cito a Oscar Wilde: “Toda autoridad es degradante. Degrada a quien la ejecuta y a aquellos sobre quien se ejerce. Cuando se usa de forma violenta, burda o cruel, produce un buen efecto, alienta el espíritu de la revuelta”.
No podemos pretender que las mentes de nuestros niños permanezcan conectadas a máquinas (Matrix), a programas que les lleven por la fuerza donde ellos ni nadie quieren. Que esta ley no sea una nueva forma de inoculación.
No me resisto a citar a Ortega y Gasset: “Yo me he creído muy pocas veces en deberes durante toda mi vida. La he vivido y la vivo, casi entera, empujado por ilusiones, no por deberes (…) no considero el deber como la idea primaria de la moral, sino la ilusión. El deber es cosa importante, pero secundaria, es el sustituto (…) de la ilusión. Es preciso que hagamos siquiera por deber lo que no logramos hacer por ilusión” (Ortega y Gasset, Qué es filosofía).
“El entusiasmo es el motor de la vida. No fomentar el miedo, la violencia ni la crueldad. La existencia se hace feliz y la mente manipulada y angustiada se empobrece y apenas es capaz de pensar en libertad”. Lledó
Este ambiente de respeto mutuo elimina también los posibles efectos nocivos en el profesor, mejora su propio rendimiento y produce un sentimiento de justicia.
Publicado por José María
La escuela es un reflejo fiel de la sociedad en la que está inserta. La sociedad habla de falta de autoridad en los colegios y en los institutos. Habla de que los profesores no tienen autoridad. No sé si la han perdido en alguna parte o alguien se la ha arrebatado. Alguien también echa en falta más autoridad dentro de la propia sociedad.
Nuestra sociedad democrática no habla de valores democráticos, de aprender a convivir, de respeto, de tolerancia. Hablan de “crisis de autoridad”; todo el mundo se rasga las vestiduras ante tamaño problema. Ya no existe autoridad por parte de los adultos, de los padres, de los maestros con respecto a sus niños. Hay una falta de autoridad en los colegios, en la educación; hablan de los niños y los jóvenes. ¿Dónde habrán aprendido nuestros niños a comportarse?
¿Respeto frente a autoridad?
Yo creo que lo que todos añoramos más es la falta de respeto que existe en la sociedad y, como consecuencia, en los colegios. Pedimos una educación en el respeto; que aprendamos a respetar.
Cuando hablamos de autoridad educativa, ¿de qué estamos hablando? Algunos, muy pocos, añaden democrática, sin explicar lo que entienden por tal autoridad democrática.
A la vez se habla de violencia en los colegios. Violencia por parte de los niños y jóvenes. Si es así, ¿dónde habrán podido aprender la violencia nuestros niños?
Ante este grave problema educativo en las casas y en los colegios, nuestras autoridades deciden conseguir la autoridad, la “auctoritas”, mediante una ley. Ahí está. Hemos decidido con una ley que ya hay autoridad en los colegios, los profesores quedan investidos con la toga de la autoridad. Se acabaron los problemas.
¿Veis qué fácil ha sido? ¿Cómo no se nos habría ocurrido antes con lo listos que somos?
Ya tenemos autoridad en los profesores. Éstos ya pueden mandar, obligar a quienes son inferiores a ellos lo que la autoridad establecida ha decidido. No olvidemos que, por desgracia, los profesores son meros instrumentos dependientes de las órdenes de otra autoridad que llega de más arriba. Casi toda la autoridad, como la salvación, tiene que llegarnos de arriba.
¿Cómo se va a conseguir la autoridad? Pues muy fácilmente: llamando de usted al profesor y subiéndole sobre una tarima. Además se recomienda que haya una mesa grande entre el profesor y los alumnos.
Otros entendemos la autoridad de muy distinta manera. La autoridad, la “auctoritas” se va ganando día a día en un proceso de convivencia dialógica en respeto mutuo. Es el respeto el que lleva a la autoridad.
Todos sabemos y los niños también saben reconocer la autoridad de quien se dedica a ellos, de quien los quiere, los respeta, de quien les facilita una educación y un aprendizaje válidos para sus vidas en un ambiente de cordialidad y tolerancia.
Los niños necesitan identificarse con “su escuela”, con sus maestros que le quieren y respetan, y a los que quiere y respeta, porque ante ellos tienen un prestigio que se han ido ganando, aunque la sociedad los haya desposeído de ese prestigio.
Todo esto se parece más a un sistema educativo que lo otro ¿o no? ¿Tendremos que imponer a los demás la educación por ley o a la fuerza?
Es cierto que habrá multitud de conflictos. Durante el siglo XIX se pensaba que los salvajes americanos del oeste nunca llegarían a la civilización. A menudo pensamos que los españoles solo obedecemos al castigo.
No hemos aprendido a dialogar, no sabemos practicar el diálogo y así nos ha ido a lo largo de nuestra historia.
En lugar de leyes impositivas vamos a ver si practicamos el diálogo respetuoso para que nuestros niños y nuestros jóvenes se impregnen de este aroma que colma nuestra sociedad.
Pero claro lo que la autoridad propone es consecuencia de que tal vez no sepamos qué es eso de educación, para qué sirve la educación.
No sé si la educación debe formar personas y ciudadanos libres, responsables, honestos, creativos, críticos y seguros, sin miedos. ¿Necesitará la sociedad este tipo de personas?
La creatividad se alimenta de la duda y en el cuestionamiento de los conocimientos adquiridos. Muchos profesionales coinciden en que el ser libre y creativo muere en las aulas. La educación es la esperanza que nos queda.
No puede continuar siendo una mera transmisión de contenidos a alguien que no los tiene y, pensamos que los necesita. El educando es un sujeto activo, no un recipiente que hay que rellenar y no sabemos quien debería tomar las decisiones de hacerlo. El educando debe recuperar la palabra que a todos nos ha sido arrebatada.
A veces la educación ha sido como un tumor que nos ha ido matando por dentro y solo nos ha dejado ganas de que lleguen las vacaciones.
Ya es la hora en la que se supere la situación en la que uno, el docente dice lo que él sabe; dos, el alumno acepta lo que el docente dice puesto que como alumno nada sabe, y tres, lo que el docente dice es verdadero, sin lugar a crítica. Estaríamos dentro de una educación domesticadora más que liberadora y engendradora de valores.
Aprendamos todos a dialogar en respeto y libertad.
Los profesionales deben formarse concienzudamente para esta sublime tarea y tener vocación; si no volveremos a estar perdidos y la ley de autoridad no lo va a remediar, aunque se pongan más guardias en los colegios. "Lo más importante es que el profesor comprenda que el esfuerzo constructivo debe provenir de las fuerzas positivas o activas del alumno".
Por si sirve de algo cito a Oscar Wilde: “Toda autoridad es degradante. Degrada a quien la ejecuta y a aquellos sobre quien se ejerce. Cuando se usa de forma violenta, burda o cruel, produce un buen efecto, alienta el espíritu de la revuelta”.
No podemos pretender que las mentes de nuestros niños permanezcan conectadas a máquinas (Matrix), a programas que les lleven por la fuerza donde ellos ni nadie quieren. Que esta ley no sea una nueva forma de inoculación.
No me resisto a citar a Ortega y Gasset: “Yo me he creído muy pocas veces en deberes durante toda mi vida. La he vivido y la vivo, casi entera, empujado por ilusiones, no por deberes (…) no considero el deber como la idea primaria de la moral, sino la ilusión. El deber es cosa importante, pero secundaria, es el sustituto (…) de la ilusión. Es preciso que hagamos siquiera por deber lo que no logramos hacer por ilusión” (Ortega y Gasset, Qué es filosofía).
“El entusiasmo es el motor de la vida. No fomentar el miedo, la violencia ni la crueldad. La existencia se hace feliz y la mente manipulada y angustiada se empobrece y apenas es capaz de pensar en libertad”. Lledó
Este ambiente de respeto mutuo elimina también los posibles efectos nocivos en el profesor, mejora su propio rendimiento y produce un sentimiento de justicia.
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