¡Ea! No es este buen momento para dudas y
desfallecimientos. El que no espera lluvia no ve nubarrones. No basta con soñar
vidas, es preciso vivirlas, plenificarlas, darles sentido. A la perfección sólo
se llega imitando a hombres y no tratando de poner en práctica teorías.
Ilustre e inmortal Amadís de Gaula, rey
de todos los caballeros andantes, dispuesto estoy a emular tus heroicos pasos
en busca de la eterna gloria que tú brillantemente alcanzaste. Construiré el
camino que me conduzca a tu cielo y lo conquistaré para mi amada.
Esta vida plena no puede vivirla
cualquiera. Es necesaria una preparación, que sólo puede darla la orden de la
caballería andante. Pertrecho, pues, con todos los avíos, con todos los dones
de la caballería, calada la celada, armado de lanza y espada, bien protegido
con la armadura caballeril, emprendemos tú y yo, Rocinante, tú y yo solos, la
lucha por ese mundo mejor que necesitamos. He tenido la fortuna de ser elegido
y de que el destino ya me armara caballero.
En este viaje, no hay metas, ninguna
posada puede albergar al que es eterno peregrino en su ser. Nunca se llega,
nunca se ha terminado la jornada. La tarea es inmensa y nunca tiene un fin.
Sé bien que a esta gloria sólo se llega
arrostrando duros trabajos. La aventura, anhelamos la aventura que inyecta
ilusión a una vida sin vida. Dispuesto estoy a arrostrar toda la clase de
peligros que me vinieren. Solamente la vida podrá serme arrebatada, pero nada
ni nadie podrá quitarme el esfuerzo por alcanzarla, por más que se canse la
envidia en oscurecerla y la malicia en ocultarla. Sabemos que no hay tempestad
que dure hasta el amanecer.
Una vida dura, Sancho amigo, siempre trae
consecuencias positivas. Detrás de una gran tormenta, siempre aparece el arco
iris precursor de un sol radiante. No te desanimes, aunque las fuerzas quieran
abandonarte; conseguirás ser gobernador de una ínsula. Pero no pueden alcanzar
tal honor quienes no hayan pagado antes el tributo del merecimiento, y éste se
adquiere a través de una vida de esfuerzo y de sacrificio.
Sí, ya sé que otros gobernadores no han
pagado el tributo debido, pero así les va y así lo están sufriendo los
gobernados.
Serás admirado por todo el mundo.
Ejercerás tu puesto con orgullo y con dignidad, impartirás la justicia entre
tus súbditos, porque sabrás mucho de injusticias y sufrimientos. Los llevarás
grabados dentro de tu alma. A mi lado aprenderás bien en la escuela de la vida
que es la más pedagógica de cuantas puedas encontrar y beberás la gratificante
espuma de la caballería andante.
Algunos están satisfechos porque existen
y con existir les basta. Pero, ¿puede ser suficiente ese mero existir? ¿Es que
no sienten la necesidad de llenar hasta el borde el cáliz de la vida? ¿Existen?
¿Existen de verdad? Más bien creo que deambulan sonámbulos por el mundo. Si
existieran sufrirían de existir en una insustancial existencia, sufrirían de no
ser en lo eterno y en lo infinito.
No veo nada ahí delante, ¿por qué
seguir?, y sin embargo siento dentro de mí unas fuerzas desconocidas que me
empujan a hacer camino. Deben ser las fuerzas de ese genio encantador que se ha
fijado en mi pobreza, se ha apoderado de mi voluntad y quiere llevarme a
grandes empresas que sólo para mí estaban reservadas.
Ancha es Castilla. Claro, y bien ancha.
La llanura se desnuda y no hay un triste árbol en millas a la redonda que me
proteja de este fuego abrasador, ni agua que libere mi lengua pegada al
paladar. Tierra seca y a la vez fuerte, es ésta una tierra pobre herida de
muerte por seculares temporales. Los labriegos apenas pueden clavar la dura y
pesada reja en sus pródigas entrañas para liberar su mísero sustento.
La pobreza que lleva en su alma
proporciona vigor y brío a sus moradores, al igual que ha endurecido mi brazo. Es
mi tierra, el hogar que me ha dado cobijo. En él mi espíritu ya no podía
expandirse, y se agitaba hasta quebrar los férreos barrotes que lo oprimían.
La pobreza Sancho no es la escasez de
recursos materiales para la vida, sino el estado de ánimo con que la asumas.
Sobrevive o malvive dentro de cada alma. ¡Oh necesidad infame, a cuantos seres
honrados fuerzas! Todos quieren salir de ti y huyen despavoridos sin saber lo
que les espera. Por dejarte atrás muchos entregan su cuerpo al diablo y hasta
su alma.
Tengo que gritarlo a los cuatro vientos:
He sido salvado, he sido redimido del no vivir, del no ser, de llevar una vida
dentro de una dorada prisión, ahogado por la nada. Vivía preso de mi mismo y
preso de los otros, del qué dirán. Soledad en medio de la multitud. Mi cárcel
estaba adornada de oro y guirnaldas, pero era una cárcel.
¡Nada! ¡La nada! Dura estepa que no me
permites gozar de tu solaz y me fuerzas a seguir a otros lugares. Tierra sin
vida que me proporcionas nuevos cielos. Castilla no es Castilla sin su cielo, ese
cielo que conforma su esencia. Tus desérticos parajes piden a gritos la vida y
conducen mi alma hacia eternidades soñadas. Sobre ti no hay lugar para la
pereza; siempre se aspira a más vida. Para alcanzar esta vida hay que amarla
por encima de todo. Este vivir que nos lleva a desear sobrevivir eternamente
para seguir viviendo. Esa será, Sancho, nuestra gloria.
Ya verás Sancho cuando alumbre la
primavera. Has pasado por muchas de ellas sin percatarte del maravilloso
espectáculo con el que nos obsequia. En la primavera de Castilla la eternidad
se hace presente. Verdes campos de Castilla en primavera, pórticos de nuestro
templo celestial.
Lo siento por ti Sancho que no has sido
honrado con la gran orden de la caballería andante. Los caballeros andantes
apenas sufrimos de necesidad alguna; vencemos la sed con el agua pura de
nuestra gloria y el recuerdo de nuestra señora, por quien damos por bien
venidos todos los dolores y quebrantos. Que todo redunde en el honor y honra de
la más agraciada de las doncellas. Por su honra subiré a lo más alto, me
mantendré firme y sin recelo. Si he de caer será un rayo, un huracán, o un mal
paso mío el que me precipite a lo profundo. Luego llega la gloria, pues toda
gloria sigue al sufrimiento, como toda nueva vida al dolor del alumbramiento.
¿Quién puede detener al viento? Y dentro
de mí ruge un huracán. ¿Quién pondrá puertas al campo?
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