lunes, 30 de agosto de 2021
¿En qué mundo vivimos y qué nos espera a partir de ahora?
¿Forma nuestro mundo parte de múltiples mundos? ¿Es el universo una mínima parte de otros pluri o multiversos? Todo puede estar interrelacionado, lo que sucede en alguna parte lejana puede influir en nuestra manera de vivir más cercana. ¿Cómo vemos o cómo veo el mundo en el que vivimos? Lo que muestro no es más que mi o mis visiones particulares, interpretaciones de lo que llega a mi cerebro. Tampoco hablaré hoy de las noticias falsas tan en boga en estos tiempos de crisis. Siempre he tenido mucho respeto al tema de la verdad y de la mentira. Aún no he sido invitado al Consejo de los dioses para recibir sus revelaciones acerca de lo que es o no es verdad. Humildemente me limitaré al mundo de la opinión. Una opinión lo más razonada posible, eso sí.
Leyendo a alguno de los pensadores actuales me hago algunas preguntas. La filosofía consiste sobre todo en asombrarse y preguntar. Filo – Sofía es amor a la pregunta:
¿Qué clase de cultura, de ideal de vida, de valores éticos promueve nuestra sociedad de hoy? ¿Cómo será el mundo que nos espera? ¿Nos preocupa la clase de mundo que estamos construyendo o solo importa disfrutar? ¿Nos preocupa lo que dejemos a las generaciones venideras? ¿Podemos y debemos hacer algo o todo depende de unas cuantas fuerzas (personas) que controlan todo, incluidos nuestro pensar y nuestro hacer individuales? ¿De qué manera nos influirá la pandemia que hemos padecido y seguimos padeciendo (unos más que otros) a nivel global? ¿No vivimos ya en un mundo seguro? ¿Podremos seguir confiando en los demás?
Investigadores nos ofrecen una visión de nuestro mundo, de los tiempos llamados modernos para desembocar en la posmodernidad. Nos invitan a pensar en lo que quizá hemos vivido sin saber que lo vivíamos.
Lipovetsky (1) analiza el mundo al que denomina estético. Vivimos en un “capitalismo de hiperconsumo como modo de producción estético. Este capitalismo creativo estetiza la economía con abundancia de estilos, diseños, imágenes, historias, paisajismo, espectáculos, músicas, productos cosméticos, sitios turísticos, museos, exposiciones, y organiza un universo estético y heterogéneo. Produce multitud de fenómenos estéticos: adornos, pinturas corporales, músicas, danzas, etc. Los productos van cargados de seducción, promueven afectos y sensibilidad. Los museos son templos laicos del arte. Economía y ética van de la mano. Hay que aprender a percibir, a sentir para gozar el presente, a experimentar sin cesar, a estetizar la vida”.
Vivimos en un individualismo o hiperindividualismo al que la educación o la falta de ella nos ha conducido, y se expande en una ética hedonista de autorrealización. Vivir es gozar, dar culto al placer de los sentidos, a la realización personal, gozar de imágenes, de la música y de la naturaleza, de las sensaciones del cuerpo, de experiencias sensitivas inmediatas y renovables. Nos liberamos individual y colectivamente de la alienación de la vida y moral burguesas, de las obligaciones tradicionales, de la sociedad de consumo y de la moral ascética tradicional. La salvación no radica ya en la moral religiosa, en la historia, o en la política.
Ya Oscar Wilde hablaba de la vida como obra de arte. Una vida tan perfecta tan autónoma e independiente de finalidades transcendentes, que se tiene a sí misma como única guía. Y Foucault subrayaba que la práctica del régimen (alimentario) como arte de vivir es una manera de constituirse como sujeto que tiene por su cuerpo un interés, justo y suficiente.
Busco lo que pueda haber detrás de esa realidad para ver qué encuentro. Dice Ortega y Gasset que el conocimiento no es ver la realidad que se nos presenta, sino buscar lo que hay detrás de ella.
¿Hacia dónde caminamos? Acuden interrogantes a mi mente, preguntas indagativas. No basta con denunciar y ya está, o guardar un minuto de silencio. Eso es lo más fácil. Bueno, lo más fácil es no hacer nada. Tampoco ofrezco soluciones que no conozco ni seguramente haya, pero sí algunas respuestas provisionales que unidas a otras nos ayuden a caminar. La filosofía o mejor los pensamientos de los filósofos han tenido más importancia y han influido en la realización de la vida y de la sociedad mucho más de lo que la mayoría de la gente piensa (si es que lo piensa).
Para Schopenhauer el mundo es Voluntad, voluntad de vivir. La vida es angustia y desesperación, pero es en esta desesperación donde podemos acceder a Dios, donde debemos situar nuestra existencia.
Nietzsche desarrolla este concepto de su maestro en su Voluntad de Poder. Pero para Nietzsche Dios ha muerto, y, muerto Dios, mueren la verdad y el bien absolutos, mueren todos los valores tradicionales del mundo occidental fundamentados en el más allá. Sin Dios no hay guía moral, ni pecado, ni cielo ni infierno, y los seres humanos ya no estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. ¿Qué somos?
Superados los estadios de camello que acepta toda carga con humildad, y de león rebelde por los que ha pasado, el ser humano se convierte en niño, en voluntad creadora, artista que imagina y constituye nuevos valores situados no ya en la transcendencia sino en la inmanencia. El niño se sitúa más allá del bien y del mal y se toma la vida como un juego de desvelamientos (y encubrimientos) que no sigue reglas fijadas de antemano.
Es el superhombre capaz de desligarse del yugo de la moral esclava para reafirmar la voluntad como fondo último de lo real. “Ella misma es artística y produce arte. El superhombre posee la inocencia del niño que crea y juega con seriedad y, habiendo comprendido cómo caen los velos de la mentira, no se aflige ante la aparición de otros nuevos, sino que comprende la vida desde la vitalidad y la jovialidad propia de quien no renuncia al dolor, sino que lo toma como clave de superación, de creación de nuevas formas de vida”. Pero no por eso la consideramos una sociedad infantilizada.
Los valores tradicionales han negado la auténtica realidad, la naturaleza, la vida, la voluntad de poder, de ser más, de superarse, de aprovechar al máximo las oportunidades. El ser superior (superhombre) rechaza esta moral de domesticación, de resentimiento ante la vida, de igualitarismo que lleva a la mediocridad, a lo ordinario, y reafirma la vida.
Buscando la vida auténtica Kierkegaard distingue la persona estética situada en lo sensible y el placer inmanente, la persona ética que toma la responsabilidad y el deber como fundamento, y la persona religiosa que supone el salto hacia la trascendencia, hacia la perfección.
Una consecuencia de estos fundamentos es esta “ética estética hipermoderna, hedonista y lúdica en la nos movemos. Se da un culto a la salud en una alimentación sana, estar en forma, no fumar, a la ecología, la educación, el trabajo, la eficacia. A permanecer joven, disfrutar cada momento y no maldisfrutar de este ahora en aras de un presunto mañana mejor. Vivimos la desabsolutización del arte que es comercial, el entretenimiento, el ocio, y el turismo”.
¿Teme el ser humano hacer uso de su propia conciencia, deliberar? ¿Huye de responsabilidades y se dedica a actuar sin más? ¿Prefiere no esforzarse en pensar, ni cuestionar? ¿Huye de la luz? ¿Somos racionales para buscar sentido al sinsentido? Si no nacemos racionales, sino que nos hacemos racionales, el mejor medio para conseguirlo puede ser la
Educación
Antes se vivía “la letra con sangre entra”, hoy en muchos casos se abusa de la denostada permisividad. He escrito abundantemente sobre este tema (2).
Lipovetsky afirma que “una educación sin ninguna clase de represión provoca el desarrollo de personas inquietas, hiperactivas, ansiosas, frágiles, porque han sido educados sin reglas ni límites, les han hecho creer que son todopoderosos y pueden disfrutar de todo. Las consecuencias son le proliferación de consultas a los psicólogos y psiquiatras. Esta forma de educar priva a los niños y más tarde a los adultos de los recursos psíquicos que se necesitan para soportar el enfrentamiento con la realidad y llegan los fracasos, las adversidades. Los padres se sienten indefensos, incapaces de negar nada a los hijos, porque les asusta la idea de perder su afecto y viven atormentados por la culpa de no estar a la altura de la época. Ninguna educación es digna de ese nombre sin encuadramiento, sin imposición de normas y reglas, sin frustraciones, que es la única forma de retrasar la satisfacción y de hacer propias las diferentes obligaciones del mundo”.
He podido comprobar que pensamientos de este tipo provocan una gran aceptación. Quien los expone o escribe queda muy bien ante su auditorio. Pienso que por motivos de orden psicológico más que racional. Nos sentimos bien al escucharlos, nos identificamos con las víctimas y nos sentimos más seguros en nuestra inseguridad e incluso mejores que los otros. Ellos son los malos. Es un modo de percibir la realidad, pero no sé si alguien piensa un poco más allá.
Comienzo mi visión desde una perspectiva científica: El proceder de la ciencia es esencialmente comunitario y no individual.
Coincido con el filósofo Pierce para quien nadie es poseedor de la verdad. La verdad no está al principio, sino que es el resultado final de un proceso de investigación cooperativa. Este proceso dialéctico es demasiado complejo como para depender de un solo individuo. La investigación nos impele a comparar, a contrastar, a corregir nuestras ideas, a probarlas en la experiencia y, si una creencia es falseada, la investigación debe reabrirse.
Nos sentimos falibles, dudamos, la mente se mueve entre la duda y la creencia y la investigación nos permite pasar de la una a la otra. El pensamiento es un proceso de diálogo interno con sus reglas.
Queremos ser objetivos y rechazamos los relativismos sin darnos cuenta de que la objetividad se encuentra en la acción deliberativa de la comunidad de investigadores. En ella se combinan los talentos individuales y el compromiso de todos con la autocorrección y el pensamiento crítico.
Los padres y los maestros no son los sabios, dueños de la verdad que transmiten a los niños ignorantes. La escuela es el hogar de la ciencia, de la investigación en diálogo colaborativo y las aulas un espacio moral y democrático de respeto, de libertad y creatividad, de seguridad emocional y no de sometimiento, disciplina y legitimación del conocimiento probado. Lo mismo digo para los hogares.
El centro de la educación no se halla en la sabiduría del que enseña, ni en la verdad absoluta del libro, sino en los estudiantes que aprenden en comunidad, en diálogo investigador y colaborativo, en desarrollo del pensamiento científico, en la adquisición de destrezas y habilidades, en desarrollar diversos estilos de pensamiento: crítico, creativo y cuidadoso o moral. No se puede vivir sin reglas sin límites sin disciplina. Las normas, las leyes son necesarias para la convivencia, pero en un sistema democrático las reglas y los límites son consensuados y aceptados por la comunidad, no impuestos por la fuerza de quien se arroga el poder. Los niños participan en las decisiones y aprenden a ser responsables, adquieren disciplina para comportarse “bien” tanto cuando están sus padres y maestros delante, como cuando están ellos solos. No se les fuerza a usar la hipocresía.
Cada materia debería ser algo más que acumulación inconexa de información que no es relevante ni significativa en la vida de los alumnos y que suele ser bastante aburrida y atrasada. Cada materia debería construirse, desarrollarse, iluminarse desde dentro y tender puentes con el resto de las materias.
La educación es vivir, aprender a pensar por sí mismo en diálogo para construir nuestra vida, nuestra realidad. Aprendamos a dejar pensar por sí mismos a nuestros hijos, a nuestros alumnos; que aprendan a construir “sus propias preguntas” para encontrar “sus propias respuestas” y tomar decisiones propias.
Formular-se sus propias preguntas, les da acceso a los alumnos a volar por sí mismos. ¡Dejémosles volar! Dejemos que nuestros alumnos desplieguen sus alas, se tropiecen y aun se accidenten. ¡Dejemos que usen sus alas! Las respuestas “correctas”, permitirían a nuestros alumnos “pisar tierra firme” y no sufrir ninguna clase de “riesgo”, pero a un altísimo costo: se han negado a sí mismos su derecho a levantar el vuelo con lo que se diluye su potestad inalienable de ser ellos mismos. (Rubem Alves).
Los niños cuando comienzan su educación son animados, curiosos, imaginativos e inquisitivos. poco a poco se van volviendo pasivos. Para muchos niños, el aspecto social de la escolarización —estar junto con sus pares— es una gracia salvadora. Donde habita la educación, mora el significado; donde habita el significado, coexiste el pensamiento; donde habita el pensamiento, vive un ser humano. No es posible convertirse en un ser humano sin el otro. (Lipman).
Ni sangre ni permisividad, sino responsabilidad dialógica.
Esta sociedad estética presenta otros valores morales y democráticos, como el humanismo, la justicia, el amor, la amistad, el altruismo, los derechos del individuo, comités de ética, comisiones deontológicas, conciencia moral y social. La gente es solidaria, se une para protestar contra las injusticias, los atentados terroristas, el hambre, las violencias infantiles y contra las mujeres, etc., lucha por los derechos humanos, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, necesita participar en la vida social, defiende el ecologismo y garantiza el futuro de las generaciones futuras. Existen asociaciones, ONG, defensa de matrimonios gay, derechos de los homosexuales, defensa de la vida humana y de su dignidad, intervenciones humanitarias. Vivimos y vivamos una economía más preocupada por la vida, la salud, la higiene, la educación, la digitalización, la agricultura, la alimentación sana.
El multiculturalismo pluraliza y democratiza lo ético. La ley moral no viene dictada desde arriba, sino de la propia comunidad humana. No hay decadencia de valores sino transformación, secularización. Vivimos en un mundo globalizado y nos preocupa lo que viven los que están lejos: sus sentimientos, sufrimientos…
Proponemos una educación en el altruismo para darse cuenta de que nos interesa ocuparnos del otro, que el otro sea feliz, y altruismo también hacia las generaciones futuras. Una sociedad que no tiene futuro es aquella en la que la gente piensa que lo único que importa es el interés propio, olvidando la atención hacia los demás. En las redes sociales se ve mucho egoísmo.
Pienso con Lipovetsky que los móviles e internet nos llevan a un mundo muy rápido y a veces necesitamos reposo y lentitud para saborear la vida. La velocidad, la mayor productividad puede dar más tiempo para saborear y disfrutar, vivir mejor, tener más calidad de vida. Para una vida buena deberemos mejorar el pensamiento y la armonía de la existencia hasta perfeccionar y enriquecer la personalidad. No demonicemos los posibles errores del capitalismo estético. Tratemos de no confundir los medios con los fines. Aprendamos a degustar más placeres no comerciales, a vivir para algo más que comprar y ostentar marcas. Lo bello no es el bien, y el arte no es la condición de la moralidad ni de la calidad de vida…
La andadura de la humanidad no cesa en crear historias y formas de hacer la vida más bella. Pongamos freno a la fiebre del cada vez más. Más calidad frente a cantidad.
Referencias:
(1) Lipovetsky G. y Serroy Jean (2015) “La estetización del mundo”, ed. Anagrama.
(2) Calvo J. (1994) Educación y filosofía”, ed. Paidós.
Calvo J. (2009) “Éxito en educación”, ed. Creación.
Calvo J. (2012) “Educación y filosofía en el aula”, ed. Paidós.
Calvo J. (2015) “Memorias de un profesor”, ed. Apeiron.
Calvo J. (2016) “Soy Sophia”, ed. Me gusta escribir.
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