jueves, 10 de mayo de 2012

PSICOSOPHIA

La felicidad

Inicio una nueva reflexión, una nueva psicosophia, con el tema, quizá, más importante del ser humano, el tema que todos quisiéramos saber resolver, la felicidad. (Desarrollo este artículo en dos partes) Parte de él está en video.
Además de preguntarme acerca de la felicidad, lo que me hace más o menos feliz, me he estado preguntando, ¿qué podría hacer yo hoy ante vosotros para haceros un poco felices? ¿No seguir pensando?
Me gustaría colaborar en vuestra felicidad. Para ello, podría hacer diversas actividades, desde contar chistes graciosos, (algo que no se me da demasiado bien). Tal vez cantarles o bailar sobre la mesa, en fin, no sé.
Tengo y quiero hacerles felices por medio de lo que voy a decirles, y eso es más difícil todavía. Sea como sea, allá voy con estos nuevos pensamientos. Espero que os agraden y os ayuden. Que os haga un poco felices, o al menos, no muy desdichados.

El tema de la felicidad, como la mayoría de los temas humanos, puede ser enfocado desde muy diversas perspectivas y desde diferentes áreas de aproximación. Las ciencias en general, la psicología, la religión, la poesía o la música. Cada una de ellas muestra caminos propios para acceder a la felicidad.
Si la felicidad tiene que ver con la alegría, voy a referirles unos pensamientos del filósofo norteamericano de origen libanés, Khalil Gibrán:
“Cuando nació mi alegría, la alcé en brazos y subí con ella a la azotea de mi casa, a gritar:
- ¡Venid, vecinos! ¡Venid a ver! Porque hoy ha nacido mi Alegría, venid a contemplar este ser placentero que ríe bajo el sol.
Pero qué grande fue mi sorpresa. Ningún vecino mío acudió a contemplar mi Alegría.
Y todos los días, durante siete horas, proclamé el advenimiento de mi Alegría desde la azotea de mi casa, pero nadie quiso escucharme. Y mi Alegría y yo estábamos solos, sin nadie que viniera a visitarnos.
Luego, mi Alegría palideció y enfermó de hastío, pues solo yo gozaba de su hermosura, y solo mis labios besaban sus labios.
Luego, mi Alegría murió de soledad y aislamiento.
Y ahora solo recuerdo a mi muerta Alegría al recordar a mi muerta Tristeza.
Pero el recuerdo es una hoja de otoño que susurra un instante en el viento, y luego no vuelve a oírse más.
El enfoque que les presento hoy lo quiero hacer desde la filosofía, y aún desde la propia filosofía podemos encontrar más de un camino a seguir.
Y voy a tratar la felicidad desde la filosofía, no solamente porque sea mi área más propia de acercamiento, sino para respetar las otras áreas de aproximación.
Mi manera de ver las cosas ya la conocen ustedes. La filosofía significa amor al saber, querer saber. Y solamente quiere saber no el que no sabe, sino el que sabe, el que se ha dado cuenta, de que no sabe. Dice alguien que
“los sabios buscan la sabiduría, los necios piensan ya haberla encontrado”
Yo diría más, los sabios, los sofos, no son los filo sofos. Los sofos, sabios, creen que saben; los filo sofos son los aspirantes a saber, porque saben que no saben.
Éste sería mi primer punto de partida. El segundo es que todos, lo queramos o no somos o podemos ser filósofos.
Y estas son las primeras disposiciones para acercarnos a la felicidad. No solo a tratar de comprenderla, sino para conseguirla. En palabras que el filósofo Khalil Gibrán refiere para otro tema, me atrevo a subrayar:
¡Qué puedo decirles! La felicidad tiene su propio lenguaje; un lenguaje celestial, al igual que la belleza o el amor. Un lenguaje más misterioso que las voces de las lenguas o de los labios. Un lenguaje atemporal, común a toda la humanidad, un tranquilo lago que atrae a los riachuelos cantarines hacia su fondo y los hace silenciosos.
Aún así trataré de llegar a algún puerto con mis palabras.
Para ello nos ayudaremos de los pensamientos de algunos filósofos, que han pensado antes que nosotros este tema.
Podemos continuar con la afirmación de que todos los seres humanos buscamos la felicidad. Nadie quiere el dolor o la infelicidad. Todos pretendemos se felices. Parece que existe una concordancia en este fin de los seres humanos. Las filosofías eudaimonistas, como la de Aristóteles, afirman que la felicidad es el fin último y el supremo bien de los seres humanos. El fin último es el que se anhela por el mismo y no para conseguir otro, pues ya no puede existir otro superior.
En lo que no va a existir común acuerdo es en qué consiste este fin último, y en cómo conseguir la felicidad pretendida. Cada persona o grupo de personas ha seguido caminos muy diferentes, algunos, tal vez, equivocados, para llegar a ella. Para unos está en el placer, para otros en el dinero, para otros en la razón; otros en el amor o en el sacrificio.
“Todos quieren vivir felices, pero andan ciegos al examinar aquello que hace la vida feliz”. Séneca
Yo os pediría que os preguntarais ahora qué es para vosotros la felicidad, ¿qué es lo que os haría felices? Seguramente ya se os lo habéis preguntado en otras ocasiones. No sé si hoy continuareis pensando lo mismo.
Ya sabéis que no soy nada amigo de las definiciones, porque suelen ahogar aquello que queremos definir. Pero vamos a tratar siquiera de hacer una aproximación. Podeés aportar las suyas propias.
Alguien habla de la felicidad como un estado del ánimo de la persona. Un estado de satisfacción, de bienestar, de dicha, un encontrarse contento. Luego deberíamos definir en qué consiste ese estado de satisfacción. Un estado en el que coincide lo que deseo y lo que tengo, o lo que soy, o lo que estoy viviendo. Las circunstancias de mi vida caminan acordes a lo que me he propuesto. Claro que es extremadamente difícil que las circunstancias de mi vida coincidan siempre con mis deseos. Un estado de ánimo, se dice, en el que me complazco por la posesión de un bien. La felicidad unida al bien, o a aquello que la persona percibe como bueno.
La ciencia afirma que la felicidad es una situación involuntaria en la que los factores internos y externos interactúan activando el sistema límbico, que estimulado adecuadamente, informará de este estado anímico.
La personalidad es la región de nuestra mente que administra los recursos, marca prioridades y establece objetivos; pero no es capaz de imbuirnos estados anímicos, estos son el resultado de la suma de procesos neuroquímicos en los que nuestra persona poco o nada tiene que ver. Podremos favorecer o dificultar que sucedan, pero no impedirlos.
Como podéis comprobar, la felicidad parece depender de algo que está fuera de nosotros, o de procesos neuroquímicos; pero no siempre podemos controlar lo que está más allá de nosotros.
Dice el escritor J.M. Altamirano: “la felicidad consiste en este amor que siento por usted”.
Habéis respondido ya a la pregunta ¿en qué consiste la felicidad para vosotros? Pensadlo. ¿Tener dinero, o poder, fama? ¿Poder hacer lo que me dé la real gana? ¿No tener que ir a trabajar? ¿Viajar? ¿El amor, el sexo? ¿Tener salud?
No sé qué opinión tenéis a este respecto. Podríamos continuar enumerando todo aquello que creemos que puede hacernos más felices en la vida. A vosotros ¿qué es lo que os hace más felices? Piénsalo durante un momento. ¿Lo tienes ya? ¿Quién crees que es la persona más feliz del mundo? ¿Qué es lo que le hace tan feliz? ¿Querrías ponerte en su lugar? Piensa también en esto, ¿serás más feliz si solo te preocupas de tu felicidad? ¿Podrás ser feliz haciendo algo por los otros, o luchando contra las injusticias o por remediar el hambre? ¿O todo eso no da más que preocupaciones y dolores de cabeza?
Cuenta el historiador griego Herodoto que el rey Creso se creía el ser más feliz de todo el mundo, el más afortunado, pues guardaba montañas de oro y plata. Estaba tan gozoso y satisfecho de su tesoro, que lo enseñaba con orgullo a todos los visitantes, y presumía de su estado de felicidad total. Sin embargo todos sabemos que la fortuna es muy voluble y caprichosa. No es necesario que os relate el fin de esta anécdota y lo que sufrió el rey Creso cuando alguien mató a su hijo más querido por error en una cacería, o el mismo pereció en una guerra contra los persas.


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