EDUCAR ¿PARA QUÉ?
La crisis de la sociedad no es una crisis económica, sino sobre todo sufre una
crisis moral.
Una vez más la educación sale a la
palestra, otra vez se habla de pactos educativos. Y serán buenos estos pactos
si llegaran a hacerse, pues sería la comunidad entera la que firmara los
protocolos. Pero estos pactos son solamente para fijar o programar lo más
externo y menos esencial de la educación, aunque también todo esto es
necesario.
En cuanto a la esencia de la educación: la formación de ciudadanos libres,
razonables, con capacidad de pensamiento propio, autónomo, crítico, creativo y
cuidadoso, en cuanto a lo que la sociedad necesita de estos chicos y chicas
dentro de unos años, ¿quién puede saberlo? ¿Tenemos entre nuestros políticos y
“expertos” en educación a algunos profetas, a alguien que haya estado reunido
con los dioses y estos le hayan comunicado cómo va a ser la sociedad del
mañana?
Este ha sido un grave problema a lo largo de todas las reformas y continuará
siendo un gran problema. Los adultos de hoy (que no sé si recuerdan sus años de
alumnos y estudiantes), sean de izquierdas o de derechas ¿están, pueden estar
capacitados para comprender a los jóvenes y sus necesidades del mañana?
Desde que leí a Jail Gibrán me
impactó y me llevó a reflexionar profundamente sobre el papel de padres y
educadores. Les doy un texto que he citado a menudo en mis libros y
conferencias.
“Tus hijos no son tus hijos. Son los
hijos e hijas del anhelo de la vida. Vienen a través de ti, pero no de ti y,
aunque están contigo, no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus
pensamientos, pues tienen los suyos propios. Puedes albergar sus cuerpos, pero
no sus almas, pues sus almas habitan en la casa del mañana que tú no puedes
visitar, ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no
intentes que sean como tú”. (Jail Gibrán).
¿Qué preparación pueden necesitar un
niño de 8 años para dentro de 20, o un chico o una chica de 15 años dentro de
10 años, por ejemplo? ¿Un título en la mano, o algo más?
Yo tampoco he sido invitado al consejo de los dioses y no tengo las respuestas
a los problemas de la educación. Iba a decir que desgraciadamente, pero creo
que gracias a dios no he sido convocado a ese consejo y por ello me siento
libre y capaz de reflexionar sobre el tema. Y me doy cuenta de que nadie tiene
la razón, tal vez los dioses tampoco la tienen, porque no hay una razón ni una
verdad que valga para todos y para siempre. Y vuelvo a dar gracias por ello.
Practicando la educación, la enseñanza durante muchos años y reflexionando
sobre esta práctica con ayuda de quienes también se han dedicado a pensar sobre
ello podría afirmar que soy falible, que me equivoco a menudo, y, por consiguiente,
debo pensar que puedo estar equivocado y que puedo encontrar razones y verdades
en otros. Este puede ser un buen comienzo.
Proponemos una educación en la que
se respete este derecho a pensar por uno mismo, lo que nos llevaría a no desear
adoctrinar a nadie, ni manipularlo para que haga lo que yo quiero y me parece
que es lo bueno.
Que los niños y los jóvenes, no
sigan siendo seres pasivos, meros receptores de lo que los adultos queramos
imponerles. Que sean capaces de... Que comiencen a ser responsables, a
responder de sus actos porque son suyos y no impuestos por otros.
“Si nos quejamos de que nuestros
líderes y el electorado se ocupan sólo de sí mismos y de que son incultos,
debemos recordar que son fruto de nuestro sistema educativo. Si alegamos, como
factor atenuante, que también son fruto de sus casas y de sus familias, hay que
recordar que los insensatos padres y abuelos de esas familias son igualmente
resultado del mismo proceso educativo. Como educadores tenemos una grave
responsabilidad en la insensatez de la población mundial."
¿Puede haber una programación
general para todo el país, para una autonomía, para una universidad o para un
colegio o grupo de colegios? ¿Sería algo diferente a lo que dicen las leyes
educativas?: la formación de ciudadanos respetuosos, libres, razonables, con
capacidad de pensamiento propio, autónomo, crítico, creativo y cuidadoso,
capaces de administrar sus emociones, de mantener un clima afectivo favorable
en su relación con los demás, de comunicarse de forma asertiva y proyectar una
actitud optimista ante la vida, tener el sentimiento correcto en el momento
correcto y saber expresarlo. Saber adaptarse a su entorno social, cultural,
económico y psicológico, ayudar a descubrir las potencialidades de otras
personas haciéndolas más eficaces. Actitud ante la vida que te permite
conocerte a ti mismo, conocer a los demás y saber adaptar tu comportamiento a
cada situación del modo más adecuado teniendo en cuenta el estado de ánimo tuyo
y el de tu interlocutor.
Capacidad de formar un modelo
realista y preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios sentimientos, y
usarlos como guías en la conducta.
Capacidad de comprender a los demás;
qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse adecuadamente. Capacidad de
reconocer y reaccionar ante el humor, el temperamento y las emociones de los
otros.
Saber manejarse ante las situaciones
que nos presenta la vida, encontrar soluciones sencillas a problemas
complicados. Capacidad de relacionarse positivamente con los demás, sabiendo
qué hablar, qué callar, cómo decir las cosas, algo así como desarrollar un
sexto sentido, una antena especial.
Este sería el ideal, la utopía que
nos anima a caminar, luego vendría el cómo. Recuerdo que de pequeño tenía que
aprender el catecismo y que de vez en cuando decía: mostrad cómo. Eso es muy
importante, porque la teoría sin la práctica es algo vacío y la práctica sin la
teoría algo ciego.
Propongo que nos acerquemos a la
obtención de estos objetivos y no tener que echar a ninguna persona fuera del
sistema. ¿Qué gana, en qué se beneficia la sociedad echando del sistema a
alguno de sus miembros, seguramente a quienes más lo necesitan y no dejar que
se acerquen más o menos a ser miembros útiles de la misma? ¿Adónde los envía?
Voy a presentar el modelo de acercamiento
a estos objetivos que más me ha llamado la atención y que he puesto en práctica
durante años y creo que con éxito. Es el programa Lipman: Aprender a pensar.
Tuve la gran suerte de que el doctor
Lipman y la doctora Sharp me invitaran a hacer un master en educación con ellos
en la universidad de Montclair en New Jersey. Fue un año muy duro, pero muy
provechoso.
Como todo el mundo de la educación
sabe este programa se centra en la filosofía, pero ¿no sería loable que todos
los alumnos aprendieran a pensar matemáticamente, científicamente,
históricamente, lingüísticamente y así en todas sus materias de estudio? A esto
intenta dar respuesta el programa que expongo. Invito a que en cada materia se
tenga como meta la formación completa del alumno que hemos expuesto en los
principios generales.
Consideramos el proceso de
enseñanza-aprendizaje como un proceso activo, que tiene como objetivo central
la formación de ciudadanos razonables, con capacidad de pensamiento propio,
autónomo, crítico, creativo y cuidadoso. Un pensamiento capaz de enfrentarse a
los problemas que se plantean cotidianamente en el contexto vivencial y social.
Se habla de la clase del profesor,
del efecto de la clase sobre los alumnos. La clase no es del profesor y el
efecto que causan las enseñanzas del profesor en sus alumnos tampoco es lo más
importante. De esto ya nos han dado bastante, incluso en películas y series,
pero esa no es la respuesta. No es el profesor estrella lo que la sociedad
necesita, sino los alumnos estrellas. Estoy muy de acuerdo con los premios que
se han establecido últimamente para el profesorado, ya era hora. Cada día se
dan premios a diestro y siniestro en otras artes y el arte de la educación ha
estado relegado y eso que es el más importante de todos. Pero deberían darse
los premios a aquellos profesores que no son estrellas, sino que hacen que sus
alumnos descubran que lo son: como personas, como personas y como ciudadanos.
La clase es de los alumnos desde siempre, no es la clase de este o aquel
profesor, ni de matemáticas o lengua. La persona que se educa es el fin y lo
demás (profesores, materias, libros, etc.) son medios para su desarrollo, en el
que consiste la educación.
El currículo es orientativo más que
prescriptivo y es algo vivo, narraciones más que contenidos muertos para
aprender y soltar en un papel. Los libros no son los dueños de la verdad. El
programa no es el punto de partida, sino el de llegada,
¿No será esta una forma idónea para
acabar o disminuir las manadas de violadores, de drogadictos, de violentos, de
bullings, de corruptos, la influencia de los fanatismos, de las sectas…?
Dejemos de valorar a los profesores
estrella, como anteriormente se valoraba a los profesores “hueso”.
Pasamos del enseñar al aprender. El
protagonismo no lo tienen los currículos o los profesores, sino el aprender.
Aprender a escuchar para aprender a pensar; aprender a pensar para saber
actuar, razonar, sentir, vivir. Esta es la función innovadora, que los alumnos
aprendan a pensar, a sentir, a relacionarse con la comunidad en la que viven y
en el mundo, y esto lo muestran a otros profesores y a otros alumnos.
El nuevo centro de la educación no
es el maestro que enseña, ni las materias a aprender, sino el alumno que
aprende.
En lugar de concebir la mente
como un recipiente pasivo y vacío que debe ser llenado con información y
contenidos para poder ser “educado”, partimos de que los niños aprenden al
estar implicados de manera activa en una investigación. El conocimiento es un
proceso activo, algo que cada persona construye a partir de los datos que
recibe para dar respuesta a lo que le resulta importante, no algo que se
aprende a través de la repetición. Se aprenden datos, conocimientos, pero no el
conocimiento que es un proceso personal de cada uno.
La función (el rol) primordial del profesor es muy diferente y mucho más
importante que la que se le ha otorgado tradicionalmente. Más que enseñar,
consiste en ayudar a que los alumnos aprendan, y aprendan a pensar. Ya no es el
detentador del saber, el sabio que adoctrina ni el representante de la
autoridad, sino la persona sensible que camina junto a sus estudiantes. Un
profesor puede enseñar y los alumnos pueden no aprender o aprender cosas
diferentes a la que el profesor le enseña, e incluso entender lo contrario.
Al igual que los programas debe:
Tener en cuenta a la persona
completa. Al aula no asiste solo un cerebro
Favorecer la actitud reflexiva,
crítica y creativa.
Desarrollar destrezas de
razonamiento, que puedan ser aplicadas en la reflexión y el debate.
Hacer posible en los alumnos una
reflexión ¿filosófica? a partir de sus intereses.
Estimular una actitud de inquietud y
búsqueda, convirtiendo el aula en una "comunidad de investigación".
Destacar el papel del diálogo como
procedimiento metodológico más adecuado para este trabajo comunicativo y
cooperativo. La cooperación es fundamental. Que cada uno compita solo consigo
mismo para superarse.
El valor del respeto como base de
todo diálogo.
Ayudar a:
Que se sientan personas completas
con sus sentimientos y sus emociones.
Que tomen conciencia de sus
sentimientos y comprender los sentimientos de los otros para crear relaciones
efectivas con sus compañeros.
Que vayan aprendiendo a disfrutar de
los acontecimientos de la vida, a partir de un estado de tranquilidad y auto
aceptación, que les permite actuar sobre sus carencias y expandir sus
fortalezas con sentido crítico y constructivo.
Que aprendan a conocerse a sí
mismos, a superar las adversidades y ayudar a otros a descubrir sus propias
habilidades y obtener resultados positivos para el bien común.
Que aprendan la empatía que les
brindará más posibilidades de desarrollo personal.
El tema de la motivación cambia
también, pues ya no es la clase del profesor y la materia que el profesor ha
aprendido y tiene que enseñar, sino que se parte de los intereses de los
alumnos, de lo que dice algo o mucho a sus vidas.
Al no entrar desmotivados el
profesor no tiene que hacer malabarismos ni bailar sobre la tarima de clase
para motivar a sus alumnos, y menos aún amenazar constantemente con el
suspenso.
Practicamos el trabajo en equipo, en
colaboración entre todos, tanto en pequeños grupos como con toda la clase. A
veces colaboramos con otros compañeros juntando a los alumnos de ambas clases o
por separado dependiendo del tema a tratar. Invitamos a celebrar debates,
deliberaciones como si fueran miembros de un tribunal que necesita saber la
verdad. Se sienten como detectives que buscan, investigan y se apasionan con
sus tareas. También les hago sentirse científicos que trabajan en equipo para
descubrir algo importante para sus vidas.
¿No será esta una manera mucho más
idónea de salvar al mundo que la que nos proponen la mayoría de las películas
con las que nos machacan cada día?
Tengo que decir que los chicos nunca
te decepcionan y son capaces de lo que el profesor no se puede imaginar antes
de verlo. Aprenden y disfrutan de lo que hacen. Cuando ven el porqué de lo que
hacen se entregan totalmente como si estuvieran escalando la montaña mayor del
universo, no les importa el esfuerzo que tengan que hacer y van aprendiendo que
el esfuerzo forma su personalidad.
Pondré solo un ejemplo. Chicos y
chicas de 16 años prepararon una clase en lo que estábamos trabajando y la
expusieron a toda la clase el día que iban los inspectores a examinar mis
clases para darme una calificación por una licencia de estudios que había
solicitado. Yo no sabía nada de lo que iban a hacer, me expuse a que me
descalificaran los inspectores. Los chicos hicieron una clase magistral desde
mi punto de vista y pienso que desde el punto de vista de los inspectores
también por la calificación que me dieron a mí por el trabajo que habían hecho
los alumnos. Esa calificación me valió para ir a USA a hacer el master en
“Filosofía para niños” con el doctor Lipman. El primero que se hizo en España.
El Escorial, 2020
Firmado: José María Calvo Andrés
1 comentario:
Ojalá tu forma de ver la enseñanza pudiera ser aplicada en la formación de las, los futuros profesionales de la enseñanza...
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