jueves, 10 de septiembre de 2009

A mi pueblo

Villamor de los Escuderos (Una historia rural)
José María Calvo
Ed. Semuret. 2.008

Quiero cantar y contar en este libro a mi pueblo, a Villamor. Unas palabras que expresen el sentir del corazón de un hijo agradecido a su progenitor. Son palabras, es amor.
Somos lo que hemos heredado y lo que seamos capaces de hacer con ello. Las cosas solas, aisladas, son poca cosa. Necesitan unas gentes que las vivan y las conviertan en mundos.
El paisaje cobra sentido a partir de las experiencias humanas. Mis experiencias, aunque pobres, unidas a las vuestras, y a las de nuestros antepasados han marcado estos paisajes para siempre, y ellos nos han marcado a nosotros.
El paisaje de Villamor, enclavado en el corazón de la vieja Castilla, es nuestro paisaje. Paisaje castellano que cobra vida dentro de nosotros y de nadie más. El paisaje llega a ser lo que es, en las mentes y en los corazones de la gentes, de sus gentes.
Somos el fruto de todos aquellos que regaron de sudor, de lágrimas, de amor y de alegría estas casas y estas tierras.
Somos parte de la historia, de nuestra historia, que comenzó en los albores de los tiempos. Hoy nosotros seguimos escribiendo esta historia, nuestra historia, la de todos.
Nuestra vida es la historia que guardamos en nuestra memoria, son nuestros recuerdos aún vivos, que nos hacen vivir y que no pueden desaparecer.
Feudo del Obispo Don Suero ya en el siglo XII. No tenemos claro su origen. Sabemos que era un lugar muy apetecido por la Iglesia y por el Estado, pues estaba rodeado de quintas y casas de recreo, y disponía de caza en abundancia.
Hablar de Villamor es hablar de vino y de agricultura. Dice la copla: morena tiene que ser, la tierra para ser buena; para sembrar y coger trigo, cebada y avena.
Estamos orgullosos de nuestra “pequeña basílica” construida por Rodrigo Gil de Hontañón en nuestro siglo de oro.
Termino con un pequeño epigrama de uno de sus hijos más ilustres: Amando Calvo Ledesma
Ibérico el salchichón, tocino de las papadas
Las chichas bien sazonadas, y el farinato en sazón;
Sin asomo de ficción, de Toro el tinto Bardales,
Con los quesos de Cigales, en los pueblos de Castilla
Del jamón a la morcilla, son pecados capitales.

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