miércoles, 23 de mayo de 2018

A cuento de la manada y otras muchas manadas que vivimos cada día.

¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es la misión de mi vida? ¿Qué sentido tiene vivir, mi vivir? Nos hacemos o debemos hacernos estas y otras preguntas y todos, lo queramos o no somos en cierto modo filósofos. También sabemos que tenemos que ir haciendo nuestra vida cada día, porque no nos la han dado ya hecha, y que la hacemos con el resto del universo, sobre todo con las demás personas, que para eso tenemos la palabra. Al vivir con los otros, formamos la sociedad, pues no podemos valernos por nosotros mismos y nos necesitamos los unos a los otros. ¿Qué vemos en nuestra sociedad? Ya he hablado en otras ocasiones de las noticias en la televisión a las que he calificado de pornográficas, como epíteto suave. También sabemos que todas las cadenas tienen las mismas noticias, los mismos jefes que se las imponen y los mismos objetivos, que son aumentar la audiencia con la que aumentan el rendimiento, es decir, el valor final de todo es el dinero. Y lo mismo parece suceder en muchas de las artes por ejemplo. Ya he denunciado en numerosas ocasiones que las películas son casi todas violentas, aunque utilicen el eufemismo de “acción”. Tanto en los cines como en las televisiones, casi no existe película en la que no aparezcan armas de fuego, disparos, muertes, peleas, etc. Me da igual que sean guerras de galaxias o de nuestra galaxia nacional. Todo es violencia que es lo que desata el morbo “humanoide” y lo que da dinero. Otra vez el dinero como fin prioritario en nuestras vidas. Para captar la atención del público se hacen películas cuyos protagonistas son asesinos, ladrones, delincuentes, macarras, etc. Los bajos fondos dan dinero, otra vez el maldito dinero. Parece que quieren mostrarnos un ideal de sociedad en la que triunfa el mundo del hampa y a los que debemos imitar, sobre todo los niños y jóvenes. Y seguramente lo hacen. Y qué pensar de los dibujos animados. Se ha criticado hasta la saciedad el mundo edulcorado de Disney y ahora son casi todos horribles y violentos. Luchas, peleas, destrucciones, no sabemos crear ni convivir con otros valores. Y en este caso no creo que se haga por captar la audiencia infantil, pues los niños todavía no han mamado suficientemente el morbo de la violencia, aunque lo aprenderán muy pronto y muy rápidamente. Me ha llamado también la atención hoy en las noticias cómo el festival de Cannes se ha convertido en el festival de las mujeres, y me parece muy bien. Han luchado por los derechos de las mujeres, contra los abusos sexuales que han sufrido muchas de ellas. Todo perfecto, pero nunca he vito que actores y actrices hayan denunciado la violencia y el sexo en sus películas. ¡Claro! Si no hay sexo y violencia en una película ¿qué queda? Creo que la crisis de la sociedad no es una crisis económica, sino sobre todo sufre una crisis moral. Si examinamos las reacciones a la sentencia que el jurado ha dado al tema de “la manada”, casi todas se lamentan de que las penas impuestas hayan sido leves y no hayan castigado a los culpables con penas que hagan que nadie vuelva a cometer tal delito. Así desde la ONU a la Eurocámara, diversos parlamentos. Todo el mundo en general se encuentra indignado o escandalizado por la sentencia dada. Todos piden cambiar las leyes para aumentar las penas. La comisaria de Justicia, confía en que el Tribunal Supremo «decida con rapidez y eficacia sobre el recurso» y recordó que lo que necesitamos es que las leyes «se apliquen de forma adecuada». Se pide que los gobiernos modifiquen las leyes y que se apliquen. Claro luego queda la interpretación de los jueces. Alguien habla de “interpretación correcta”, que parece ser la suya la correcta, para que los delincuentes sientan que no hay impunidad y que delinquir resulta caro. El problema no es solo jurídico también es sobre todo moral. No quiero centrarme solo en los temas sexuales, que son muchos, demasiados, y violentos. Examinemos lo que sucede a nuestro alrededor con otros tipos de violencia en jóvenes y en adultos, con los hinchas radicales en el deporte y fuera de él, con los fanatismos, con el tema de las drogas, con la pornografía, con el alcoholismo entre universitarios y en los colegios. Añado mi punto de vista al de Víctor Bermúdez con el que coincido plenamente: Los jóvenes de la manada no entienden lo que han hecho ni las consecuencias de sus actos, y lo mismo sucede a muchos otros. “La banalidad con la que estos chicos de barrio abusan, violan y vejan a una mujer es escalofriante para nosotros, pero no para el que vive en su mundo de valores”. Parece que no se sabe o no se quiere saber que violar, drogarse, emborracharse, pelearse, etc. está mal. ¿Vivimos en una sociedad en la que no es fácil saber lo que está bien y lo que está mal? Pues es muy preocupante o debería serlo. No es fácil deconstruir los valores adquiridos, pero sí comenzar ya a que nuestros pequeños y menos pequeños aprendan a distinguir el bien del mal. El ejemplo que damos los mayores tampoco ayuda mucho. Pensemos en los valores que muestra la sociedad y no me refiero ahora a los políticos. “Con extender el concepto legal de «violación» o aumentar las penas por abuso no se va a evitar que en este país se agreda sexualmente a una mujer cada ocho horas, según las estadísticas”. “Los delitos contra la libertad sexual comenzarán a remitir cuando el modo de pensar, sentir, hacer y divertirse que representan estos cinco jóvenes no sea el mismo con el que se identifica una parte sustancial de la población. El tipo que lloraba ante el juez veía como algo kafkiano tener que estar en la cárcel por «follarse a una chica». Sí, es cierto que eran cinco, que la chica parecía un poco ida, y que el final fue una canallada. Pero para él y para muchos esas son cosas que cabe esperar que les pasen a cinco machotes en legítimo estado de juerga –en el trasfondo, por cierto, de una fiesta que es en sí misma un rito de iniciación a la masculinidad más primaria–. Ya puestos de toros y de sangría, ¿por qué no «pillarse a una para follar»? Muchos recurren al puticlub pero los más chulos se lo hacen de gratis. Enredan a la primera que pillan haciendo lo que jamás consentirían a sus novias (andar por la calle libremente como una persona) y se la tiran. Sea con burundanga o con un cóctel de fuerza y simpatía. Las tías como esa están para eso. ¿No? «¡Puta pasada de viaje!». Ese es el concepto. ¿Cómo es posible que pasárselo tan bien sea tan malo? Ni ellos, ni sus redes de amigos, se lo explican”. Parece que endurecer las leyes, arengar a las mujeres a que saquen la faca, y otras medidas como salir a la calle, minutos de silencio, etc., solo van a servir para defender y mantener nuestro estado de hipocresía personal y social y tranquilizar la conciencia para poder dormir por la noche. A los valores solo se les vence con valores. El problema es cómo competir con los valores de la manada, con esa jauría de creencias, prejuicios y hábitos que rodean a tantos jóvenes, incluyendo a los que tenemos más cerca –en el barrio, en el instituto, en el pueblo– y que son tan terriblemente parecidos a los acusados. La única forma legítima de competir con ellos tiene que ser la educación. La educación en casa en primer lugar y tengo serias dudas de que muchos hogares estén preparadas para una educación en valores. La valentía para demostrar nuestros valores en la calle y desenmascarar los que puedan ser indeseables. Una educación en la que la reflexión en torno a valores no sea algo marginal, sino el eje central de la misma. Mientras concibamos la educación como mera formación profesional y académica no hay nada que hacer. Los problemas de valores (y esta violación lo es) no los resuelve la policía, ni los psicólogos, ni los discursos (ni de feminismo ni de nada). A nadie se le convence simplemente a palos, ni con terapias, ni con discursos. A la gente se le convence permitiendo que expongan sus ideas, haciéndoles evidente que son erróneas (si es que lo son) y ayudándoles a encontrar otras mejores. Se trata de razonar y dialogar, durante días, meses y años hasta que cambie lo único que puede hacer que cambie algo: lo que tenemos en la cabeza. Aprender a pensar, a sentir, a ser persona es el objetivo de cada una de las materias que se estudian. Y esto solo se consigue mediante el diálogo. Aprender a dialogar, a escuchar, a no tener razón.

1 comentario:

Olimp dijo...

José María coincido con la visión expuesta. Mientras no se trabaje el tema de la violencia desde la infancia, dentro y fuera de la familia ...difícil que evolucionen las mentalidades...